miércoles, 1 de agosto de 2012

Portada

Queridos lectores: Aunque con algo de retraso por culpa del verano que invita a salir más, acaba de salir el número 6 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.
Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

Para los que se fueron de vacaciones en julio, bienvenidos a casa, para los que se van en agosto, que las disfruten, y para los lectores de hispanoamérica, paciencia, que todo llega.

María Jesús.

Seguidores de Honor:
Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.

La Vitrina

Hay personas que dicen leer solo en verano, aprovechando que las vacaciones les permiten disponer de tiempo libre. Entiendo que cuando alguien lee de tarde en tarde tiene dificultades para elegir un libro. Por si le sirve de ayuda, he aquí una lista:
A la sombra del granado, de Ali Tariq. Una novela musulmana.
Cometas en el cielo, de Hosseini Khaled. Novela ambientada en Afganistán. 1975, en vísperas de tiempos muy trágicos. Conmovedora historia de dos padres y dos hijos.
Donde nadie te encuentre, de Alicia Giménez Bartlett. Dictadura española. Los maquis. Novela basada en un hecho real. La protagonista, mejor, el protagonista, murió en un pueblo de Valencia, hace solo unos años.
La canción de la concubina, de Jaume Sanllorente. El autor de esta novela nos conduce a un mundo tan desconocido como real: el tráfico de seres humanos.
La enfermera de Brunete, de Manuel Maristany. Guerra incivil española. Romance entre Javier de Moncada y la marquesa de Simancas. Sus días más felices transcurren en Salamanca, donde la casada marquesa vive rodeada de lujos, fiestas y amigos, entre ellos cuenta con la amistad de Franco y su familia. Pero Franco ni perdonaba a sus enemigos ni perdonaba a sus amigos y su final fue trágico, tan trágico como el de la mayoría de los personajes de esta novela que nos ayudará a comprender, en parte, aquel lamentable capítulo de la historia de España.
La luz negra, de Carlos Fonseca. Novela ambientada en el País Vasco. Trata el problema de ETA. ¿Cómo se llegaba a ingresar en la banda? ¿Cómo eran entrenados para matar? ¿Cómo se preparaba un atentado y cómo se llevaba a cabo? ¿Qué pasos seguía la policía para conseguir detenerlos? ¿Qué pasaba en las comisarías? ¿Cómo vivían la tragedia las familias, tanto las de los policías como las de los etarras?... Aquí encontrarás las respuestas a estas y a otras preguntas que por el bien de todos espero que solo tengamos que hacérnoslas en pasado.
La niebla herida, de Joaquín M Barrero. Posguerra española. Empieza otra guerra para los vencidos: la de la venganza del bando vencedor. Los niños se llevaron la peor parte, huérfanos que quedaron a merced de la calle, para que se murieran sin tener que matarlos. Luis y Julián son dos de estos niños. Acaban o empiezan en un barrio marginal de Madrid. Son recogidos por un hombre violento que los pone a robar para su vicio: el vino. Un día son testigos del asesinato de un hombre y desaparecen como por arte de magia. Solo un policía se preocupa de localizarlos. Recibe órdenes de detener la investigación y muchas presiones. Pese a que nunca olvida el caso muere de mayor y sin resolverlo. En su testamento deja información y el encargo de que se retome la investigación. El caso se resuelve sesenta años después y de una forma insospechada. La novela está basada en un hecho real.
La Romana, de Alberto Moravia. Adriana es una chica romana, de origen humilde, que empujada por su madre, se convierte en lo que no quiere ser: una prostituta.

Mesa camilla

Inhoa y Enric, los dos cooperantes españoles que hace nueve meses fueron secuestrados en el campamento saharaui de Rabuni, cerca de Tinduf (Argelia), por Muyao, han sido liberados en Mali, y por fin, sanos y salvos, físicamente al menos, descansan en casa. Según un portavoz del grupo islámico radical, el Gobierno español ha cumplido sus exigencias: la puesta en libertad de tres combatientes islámicos y el pago del rescate que no ha sido moco de pavo.
En la legislatura anterior, el partido socialista en el poder, tras agotar todas las posibilidades de negociar y al final de muchas semanas de cautiverio, hizo lo propio con los piratas que secuestraron un barco español en Somalia y con los terroristas que secuestraron a Alicia, Roque y Albert, los tres cooperantes catalanes que también sufrieron este terrible calvario.
Por aquellos días, el partido popular, entonces en la oposición, puso el grito en el cielo. Los gobiernos, en su opinión, no debían pagar rescates, y pidieron todas las explicaciones habidas y por haber en el Congreso, y en un derroche de “educación” pública, pusieron de vuelta y media al ministro responsable, y lo que duele más al sentimiento humano, no recuerdo que en ningún momento sufrieran y se alegraran con las familias. Normal. Las víctimas no eran de su clase, eran simples trabajadores.
Pero las peleas entre partidos no es el tema que HOY quiero poner sobre el tapete de mi mesa camilla. Hago este comentario con la SIMPLE esperanza de que unos y otros empiecen a darse cuenta de que también hay españoles que gozan de buena memoria, que rechazan a los políticos que pierden la educación, o lo que es igual, que no la tienen, porque la educación, cuando se tiene, no se pierde NUNCA, y que no les perdonan sus VULGARIDADES. El asunto sobre el que quiero reflexionar es más serio. ¿Deben los gobiernos pagar estos rescates?
Pues está claro que no. Los terroristas invierten este dinero en planear nuevos secuestros, es decir, en sostener organizaciones que sólo sirven para sembrar miedo, dolor y muerte, y ceder a sus deseos, a sus exigencias, no es otra cosa que hacerse cómplice de sus barbaridades. Ahora bien. Los terroristas, se sirven de los ciudadanos, para chantajear a los gobiernos, y los gobiernos, generalmente, no sienten ningún respeto por los ciudadanos. Además de injusto, en lo que haya un solo ciudadano sobre la tierra, es inútil NO PAGARLOS. Los cooperantes de cualquier ONG no van a estos países de turismo, van a hacer lo que es obligación de los respectivos gobiernos. Ningún gobierno merece pues el sacrificio de un ciudadano. Los cooperantes, los voluntarios, todos los ciudadanos pagan escoltas, viviendas custodiadas, coches blindados y toda suerte de medios y medidas de seguridad para que a los gobernantes y a sus familias no les suceda nada, y aunque solo sea por lo que les cuestan, están obligados a defenderlos.
Por lo tanto, lo DESEABLE es que jamás un gobierno tenga que tomar estas decisiones, pero si llega el caso, lo tengo claro, la vida de cualquier ciudadano secuestrado está por encima de todo por tres razones: porque el mismo derecho que tienen los gobernantes a vivir, tienen los ciudadanos, porque las grandes penurias de la sociedad, las alivian, mitigan o resuelven los ciudadanos, mientras que los gobernantes, generalmente, las provocan, y porque de todo lo dicho se desprende que los ciudadanos son más necesarios para los pueblos que los gobernantes.

Cajón de Sastre

Estamos en pleno verano. Para mitigar el calor, cogemos un abanico. ¿Pero conocemos su historia? Pues he aquí una breve reseña.

El abanico

Un escritor del siglo XVIII, Julio Janin, asombrado ante la versatilidad del abanico en manos de una mujer, tiene esto que decir: "Se sirven de él para todo; ocultan las manos, o esconden los dientes tras su varillaje, si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admiten alcahuete".

A la sombra de un abanico se hacían confidencias, o se daba ánimos a un galanteador tímido. Tenía su propio lenguaje. Así, apoyar los labios en sus bordes, significaba desconfianza; pasar el dedo índice por las varillas, equivalía a decir" tenemos que hablar" ; abanicarse despacio significaba indiferencia; y quitarse con él los cabellos de la frente se traducía por una súplica: no me olvides. Una dama que se preciara no llevaba dos veces el mismo abanico a una fiesta. La reina Isabel de Farnesio dejó al morir una colección de más de mil seiscientos.

Pero la historia del abanico es tan larga como la Humanidad. En China lo utilizaban tanto el hombre como la mujer. En aquella civilización refinada, llevar el estuche del abanico en la mano denotaba autoridad. En las visitas lo llevaban consigo, y solían escribir en él ideas y pensamientos. Y los japoneses se servían de él para saludar, y para colocar sobre los abanicos los regalos que ofrecían a sus amistades. No había mejor premio para un alumno disciplinado, ni se podía acudir sin él a bailes o espectáculos. La mujer oriental se sentía desnuda sin el concurso de su abanico. Incluso los condenados a muerte recibían uno en el momento de salir hacia el patíbulo.

En la Grecia clásica, las sacerdotisas preservaban los alimentos sagrados agitando sobre ellos grandes abanicos de plumas, penachos o flabelos, costumbre ritual que adoptaron luego los romanos, de quienes la imitaría más tarde la liturgia cristiana. El emperador Augusto tenía esclavos que armados de grandes abanicos le precedían para mitigar el calor o espantarle las moscas. También las matronas romanas mantenían entre sus esclavos a una serie de eunucos encargados de abanicarles en el gineceo. Este oficio ya existía en Atenas, según deja ver Euripides en su tragedia Helena.

En la Europa medieval hubo abanicos de plumas de faisán y pavo real con mangos de oro adornado, de uso habitual en los círculos cortesanos. Y en el siglo XV los portugueses introdujeron el abanico plegable, procedente de China.

Pero no fue, el del abanico, uso exclusivo de las civilizaciones chinas y occidentales. Cuando Hernán Cortés llegó a México, a principios del siglo XVI, Moctezuma le obsequió con seis abanicos de plumas con rico varillaje; y los incas del Perú eran tan aficionados a ellos que se los ofrecían a sus dioses.

Tuvo buena acogida durante el Renacimiento, y en los siglos XVI y XVII su uso era normal. Isabel I de Inglaterra decía a sus damas: "Una reina sólo puede aceptar un regalo: el abanico", y aseguraba que cualquier otro obsequio desmerecía. La llamada Reina Virgen -porque no se casó-, llevaba su abanico colgando a la altura de la cintura, cogido con una cadena de oro. Y un siglo después, Catalina de Médicis y Luis XIV de Francia eran grandes usuarios y valedores de este artilugio, diciendo: "No se puede servir al amor sin su ayuda y concurso". Tanto era así que la reina Luisa de Suecia instituyó la Real Orden del Abanico, que otorgaba a sus más encopetadas amigas en 1774. El siglo XVIII fue el de su consagración y triunfo. La célebre cortesana Ninon de Lenclos hacía pintar sus abanicos de las más ingeniosas maneras. La Marquesa de Pompadour dio su nombre a una gama de abanicos de varillaje pintado; y la reina María Antonieta los regalaba a sus más íntimas amigas. Por eso, tal vez, la Revolución Francesa quiso ignorarlo como un resto decadente de un pasado deplorable -según sus asesinos y guillotinadores, especie de progresistas del siglo XVI-. Pero tan arraigado estaba que fue necesario buscarle un uso revolucionario: fabricaron abanicos que al plegarse adoptaban la forma de un fusil, cuyo motivo decorativo era la escarapela tricolor.

Mientras tanto, en Europa se fabricaban abanicos para todos los usos imaginables: para el luto, las bodas; abanicos de bolsillo, de salón, de casa, de jardín..., e incluso los famosos abanicos de olor, impregnados en perfumes rarísimos, que al abanicarse despedían su fragancia, y servían para los largos paseos del verano.

En Venecia ya existían, y habían llegado a España durante el siglo XIX, los abanicos careta para asistir a los carnavales y bailes de máscaras. Se inventaron también entonces los abanicos de espejuelos que permitían observar sin ser a su vez observados.

Su uso decayó. Pero no porque los moralistas dijeran de él que eran "alcahuetes del recato con los que se comete desacatos a las buenas costumbres", Sencillamente, dejó de ser un objeto de moda, al menos entre nosotros.

El Álbum de la Lengua

Hasta no hace muchas décadas, los españoles, usábamos la palabra colocar para decir que habíamos encontrado un trabajo, un empleo, un medio de ganarnos la vida por nuestros propios medios, o mejor, una colocación. “Me coloqué en tal empresa”. “Mis hijos ya están todos colocados”. “Encontró colocación pero sigue buscando algo mejor”. ¿A que nos resultan conocidas estas frases? Desde no hace tantos años, de forma inconsciente, aparcamos el colocar con su colocación y nos limitamos a trabajar, y sin más variaciones que la de empleo, buscábamos o encontrábamos trabajo. Últimamente, gracias a la incapacidad de nuestros gobernantes y otras taras que sufren, ni de colocación, ni de empleo, ni de trabajo, solo hablamos de desempleo, de parados, de paro. ¡Qué lástima! Pero este tema no corresponde aquí, aquí lo que corresponde es pegar el verbo colocar y el nombre colocación con un deseo que tiene más de orden que de súplica: que en breve volvamos a utilizarlas por el simple hecho de que todos podemos ejercerlas con todas las de la ley, que es para lo que les pagamos y les votamos aunque sus taras les hagan ver lo contrario.

La Butaca

H D tiene 65 años. Se jubiló hace tres. Goza de buena salud afortunadamente. Al principio pensó dedicar las horas de su trabajo a alguna de las instituciones como Cruz Roja, la ONCE, el Ayuntamiento o cualquier ONG que demandara voluntarios. Antes de hacerlo cayó en la cuenta de que a su alrededor tenía personas que necesitaban de alguien: parientes ya mayores, vecinos que están solos, amigos enfermos y no pocas personas con dificultades de diversa índole para realizar gestiones oficiales. Decidió ponerse a su servicio para probar y no le falta trabajo. A unos les acompaña al médico, a otros les arregla papeles, y en no pocos casos tiene que hacer ambas cosas. Los visita si están en una residencia de mayores, lo mismo hace si están en el hospital por enfermedad, y a veces se queda con el ingresado para que descansen las familias. Después de algún tiempo, no se arrepiente del cambio. Al contrario. Tiene muy claro que su tiempo libre es para los que a su alrededor lo necesiten, de ningún modo para organismos e instituciones que pueden pagar empleados. Esto es voluntariado y no lo que dice la gente.
Desde Salamanca informó para 30 días Cris.

Carta a...

Señores gobernantes, mejor dicho, del gobierno –gobernantes son los que gobiernan, no los que desgobiernan, como es el caso-.
Soy una de las primeras españolas –digo de las primeras y no la única porque de aquí a diciembre seguirán su ejemplo todos los empresarios del país- que este año no podré escribir a los Reyes Magos: me han robado la extraordinaria, digo bien, ro-ba-do. Pero estas líneas no son para pedirles que me la devuelvan –en este país los políticos no están obligados a devolver lo que roban-, son para pedirles, ¿qué digo pedirles?, para exigirles que ni un solo céntimo de ella vaya a engordar sus huchas, ni las de sus parientes, ni las de sus amigos, ni las de sus constructores, ni las de sus banqueros y demás mangantes, golfos y chorizos que nos han llevado a esta vergonzosa situación, quiero que vaya íntegra a crear puestos de trabajo, a pagar prestaciones de desempleo, pensiones, sanidad, educación y servicios públicos y sociales de calidad, que es para lo que llevo cuarenta años pagando impuestos y ya es hora de que empiecen a entenderlo.