domingo, 29 de septiembre de 2013

Portada

 Queridos lectores:  Acaba de salir el número 17 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Avance del contenido
La Vitrina: A su escaparate se asoma hoy Manuel Machado, hermano de Antonio Machado, un poeta que ningún amante de la poesía debe ignorar. Y al final te recomiendo el libro que acabo de leer.
Mesa camilla: La ONCE ha sido galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia. ¿Ha sido un premio justo o injusto? Para opinar hay que saber cómo lo ha celebrado y esto nos lo cuenta El Confidencial.
Cajón de Sastre: Avalar a alguien ante una entidad bancaria no es solo un favor como solemos creer, es, en primer lugar, un compromiso que a veces pagamos caro. Para que al menos no te pille de sorpresa, conoce los riesgos.
El Álbum de la Lengua: Siguiendo con la reforma de la RAE hoy toca la supresión de mayúsculas iniciales en algunos casos.
La Butaca:En ella se sienta hoy Jesús Franco García, para comunicarnos la publicación de su primer libro. Desde aquí nuestra más sincera enhorabuena, y como dice su título, ¡adelante!
Carta a… La carta de hoy va dirigida a doña Ana Botella, alcaldesa de Madrid, para felicitarla por su gran disgusto.
Cosas de Garipil: Garipil nos deja hoy otro de los relatos de Letanías.
    Si visitas una sección, mil gracias, si las visitas todas, un millón.

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013. 

La Vitrina

 Todos conocemos sin duda la obra de Antonio Machado, nuestro gran poeta, nuestro poeta grande entre los grandes, unos por haber leído y releído sus poemas, otros por haberlos cantado con los cantautores que tuvieron el acierto de ponerles música, pero tengo la impresión de que muy pocos conozcen la obra de su hermano Manuel, poeta igual de grande, poeta no menos importante. Esta diferencia nos pone una vez más ante el triste destino de las letras: o mueren sus autores en una guerra, en el exilio u otros despropósitos, o se intenta matar sus obras con el olvido. Pero afortunadamente las letras bien escritas saben defenderse de sus enemigos y hoy se abren las puertas de este modesto espacio para recibir a un poeta del que todos los amantes de la poesía podemos sentirnos muy orgullosos. ¿Quieres conocer o recordar su figura, su obra y algunos de sus poemas? ¡Pues adelante!
 
    Manuel Machado Ruiz

    Datos biográficos

    Nació en Sevilla, el 29 de agosto de 1874. Era hijo del folclorista sevillano Antonio Machado Álvarez y de Ana Ruiz. Su hermano, Antonio, también se destacaría en el mundo literario. 
    De su padre heredó el amor a lo auténtico del carácter popular andaluz. También su infancia debió transcurrir, como versa su hermano Antonio, en un patio de Sevilla, en donde habría un alegre huerto con, al menos, un limonero, en el seno del Palacio de las Dueñas, en donde su padre trabajaba como administrador de la ilustre casa ducal de Alba. 
    Cuando Manuel tenía 9 años, su familia se trasladó a Madrid, donde cursó sus estudios y obtuvo el título de Licenciado en Filosofía y Letras. 
    A partir de esos años, la familia Machado volvería a Sevilla en muy escasas ocasiones pero lo sevillano y lo andaluz siempre fue para él una referencia viva, aunque distante, por la nostalgia y el amor que derramaban sus padres hacia la tierra que les vio nacer. 
    En Madrid, el joven Manuel empieza a dar a conocer sus primeras poesías. 
Fue Director de la Hemeroteca y del Museo Municipal. Como periodista fundó varias revistas literarias y colaboró en diarios de la época, de América y Europa. Fue traductor en París a partir de 1899. Se casó en 1910. 
    En 1938, se le designó miembro de la Real Academia Española, luego de dedicarle poemas al General Franco, como “Al sable del caudillo”. Esto le valió a Manuel el reconocimiento y el salvoconducto para poder vivir dentro de un régimen que exterminó y arrojó al exilio a tantos poetas, literatos e intelectuales de mucha valía, entre ellos su propio hermano. Cuentan sus biógrafos, que poco tiempo después de publicada, sintió Manuel un gran arrepentimiento por escribir y publicar la fatal poesía, máxime cuando se enteró de la muerte de su madre y hermano, en el obligado exilio francés. 
    "Un buen poeta menor" decía la crítica de Manuel Machado. Aunque Borges contestó así, con exquisita vehemencia, a un crítico español en Madrid: “¿Dice usted Antonio Machado? ¡No sabía que Manuel tenía un hermano!». 
    Manuel y Antonio, dos poetas hermanos que despuntaban en aquel Madrid de principios del siglo XX, ambos llegaron a colaborar en la creación teatral, siempre impregnada de situaciones que recordaban al típico ambiente andaluz. La obra cumbre de la creación teatral de los hermanos Machado, es sin duda, «La Lola se va a los Puertos» de la cual se han hecho un par de versiones cinematográficas. Otras obras teatrales en cooperación fraternal fueron «La duquesa de Benamejí» ; «La prima Fernanda» ; «Juan de Mañara»; «Las adelfas»; «El hombre que murió en la guerra»; «Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel». Después los dos hermanos poetas se encaminan por senderos separados que les conducen, hacia el final de sus vidas, a abrazar los dos diferentes bandos en los que desembocó España por culpa de la guerra civil. Manuel y Antonio, a pesar de recorrer caminos separados en la creación poética, siempre conservaron un paralelismo en sus obras, que cualquiera que las observe con algún detenimiento, descubrirá en cada una de ellas, algunos retazos o matices que delatan la fuente común de la que bebieron y vivieron. 
    Tiene Manuel Machado una poesía titulada «Adelfos» que bien pudiera llevar el subtítulo de "Autobiografía". Se trata de una de las más bellas autobiografías poéticas de la literatura española; en ella, el poeta describe con bellos florilegios, una argumentación muy paralela a la contenida en la poesía «Retrato» de su hermano Antonio. Ambas poesías están construidas de versos alejandrinos; ambas poesías se componen de serventesios, -nueve serventesios la de Antonio, uno menos la de Manuel; y ambas poesías describen con maestría inigualable, las autobiografías poéticas respectivas. 
    También tiene Manuel otro paralelismo asombroso, en relación con una bella poesía titulada «La saeta». Quizá, «La saeta» más conocida, la que puso música el cantautor Joan Manuel Serrat, es la poesía de Antonio Machado. Pero no menos bella, aunque sí menos difundida es «La saeta» de Manuel Machado. Estos asombrosos paralelismos que se pueden detectar en los dos hermanos Machado, no desmerecen en nada, la calidad poética de cada uno. De todo ello hay que desterrar toda vaga sospecha de plagio y centrarnos en la idea de unos orígenes, vivencias y estilos, lógicamente muy comunes. Después, la vida, con sus avatares, hizo que quedaran sus destinos muy separados, por culpa de las ideologías o del simple azar. De toda guerra civil, siempre se dice que es una lucha entre hermanos, y en el caso de estos dos poetas, no puede ser la frase de mayor literalidad. 
    Sobrio en el estilo, exacto en la pincelada, en la expresión y en la frase, entre superficial y reflexivo, él mismo se ha definido estéticamente: 
    Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero. 
Un destello de sol y una risa oportuna,
amo más que las languideces de la luna,
medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
con Montmartre y con la Macarena comulgo... 
    Y antes que un tal poeta, mi deseo primero,
hubiera sido ser un buen banderillero. 
    La abulia entra en el cuadro de sus rasgos espirituales: ese “Hubiera podido ser”…tan fluctuante, es una expresión muy real de su personalidad. Lo torero, a lo que los críticos llaman “andalucismo”, llega en sus composiciones a una perfección espontánea, musical y realista. 
    Llegó a ser un magnífico retratista. Con insuperada plasticidad, logró en el verso pinturas y retratos de mano maestra. 
    Sus raíces modernistas, expuestas en “Alma” (1900), comienzan a desvirtuarse en su obra “ Alma, museo y cantares” publicada en 1907, donde utiliza un lenguaje coloquial, que profundizó en sus obras posteriores. “El mal poema” de 1909, “Cante hondo” (1912) “Canciones dedicatorias (1915), “Caprichos”, “Trofeos”, “Phoenix” (1936), “Museo” y “El amor y la muerte”. 
    El 19 de enero de 1947, falleció en Madrid, arrepentido de las convicciones políticas franquistas que había exteriorizado. 
    Con el aperturismo español de los años 60 y 70 en donde ya se vislumbraba (o más bien se anhelaba) el final de la opresora dictadura franquista. Aquella juventud que militaba en el antifranquismo, dio de lado a todo poeta amparado por la dictadura, La obra de Manuel Machado fue dada de lado, y su vacío se llenó con la obra poética de su hermano Antonio. No se trata aquí de comparar cuál de los hermanos dispone de una mayor profundidad poética, más completa, de mayor calidad. Esto, como otras muchas cosas, queda para ser escogido por el gusto de cada cual. Pero nuestro poeta es el gran conocedor y divulgador de letras de los cantes flamencos, que a decir con el gracejo típico andaluz, ha quedado bajo el conocido nombre de "cante jondo". No es nada raro que parte de su inspiración la hubiera tomado de la enorme colección de letras de cantes flamencos, que su padre fue recopilando a lo largo de muchos años, tomadas directamente de los anónimos cantaores andaluces y que publicó en un libro titulado «Cantes flamencos». Manuel Machado fue un gran estudioso de todos los estilos del cante flamenco y escribió poesías idóneas, que bien pudieran ser adaptadas para la música de una garganta y una guitarra española.

    POEMAS

OCASO
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!

LA COPLA

Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

    Y antes de cambiar de sección o marcharte, toma nota de un libro para el próximo mes:
    Título: Las orquídeas rojas de Shanghai
    Autora: Juliette Morillot
    Reseña:
    Se trata de una novela basada en dolorosos hechos reales: la esclavitud sexual a la que fueron sometidas muchas mujeres coreanas por las tropas japonesas. Pero es también un maravilloso canto al amor sobre un fondo de perfumes, sonidos y colores que nos sumergen en el corazón de la historia tumultuosa y sombría de un Oriente enigmático, misterioso y sensual. 

Mesa camilla

 Para los afiliados a la ONCE normales, es decir, para los afiliados ciegos o con graves problemas de visión, en edad de estudiar, de trabajar y pensionistas que con su esfuerzo contribuyeron a la creación de una institución única en su género, no para las personas que en las últimas décadas son afiliadas con un alto grado de visión o en edad avanzada para asegurarse el voto que permita a sus dirigentes seguir ganando elecciones tras elecciones con sospechosas mayorías, el siguiente artículo no sorprende, lo que se denuncia es solo un botón del vasto muestrario de despropósitos que sus dirigentes llevan años cometiendo para destruirla, pero entristece, cuesta aceptar que lo que debería ser un ejemplo a seguir por todos los países, acabe siendo un valioso recuerdo en el nuestro. Pero volviendo al artículo en cuestión, ¿en qué se ha basado el jurado para conceder tan importante premio a la ONCE? Seguramente en esas pomposas campañas de publicidad que sus dirigentes se montan en prensa, radio y televisión con el dinero que restan a los afiliados estudiantes, trabajadores, tanto fuera como dentro de la institución, y otros servicios para los que fue creada, sin otra finalidad que la de disfrazar de bueno lo que hacen mal para dar una imagen en la que creen todos menos sus afiliados normales, que los otros, evidentemente, reciben su premio por aplaudir sus atropellos y caiga quien caiga. Y para terminar el comentario, antes de pasar al artículo para que cada cual saque sus conclusiones, solo añadir algo muy significativo: ante este importante premio, los afiliados, ni han dado las gracias al jurado, ni han felicitado a la ONCE, mejor dicho, a sus dirigentes, que la ONCE, como institución, contó siempre, cuenta y seguirá contando cuando por fin solo quede de ella el nombre con su cariño, su respeto y su gratitud.  

    http://www.elconfidencial.com/espana/2013-09-08/la-once-celebra-su-principe-de-asturias-apercibiendo-a-los-vendedores-que-no-cumplan-objetivos_25742/

    La ONCE 'celebra' su Príncipe de Asturias apercibiendo a los vendedores que no cumplan objetivos

    El mismo día que el jurado del premio Príncipe de Asturias de la Concordia concedía el galardón a la ONCE, la dirección de la institución en Asturias notificaba a una buena parte de sus vendedores de cupón que, en el caso de no cubrir los mínimos de venta, se les abriría un expediente que podría derivar en despido. No es la única comunidad autónoma donde se ha producido esta advertencia oficial, que en el caso asturiano supera el 10% de la plantilla. Ya en Extremadura, La Rioja y Andalucía (donde el apercibimiento rebasa con creces este porcentaje) se han producido hechos similares en una operación escalonada, que tendrá continuidad a escala nacional y que ha recibido una fuerte contestación de sus trabajadores.
    Si bien el galardón concedido a la ONCE destacaba el compromiso de la institución con el empleo estable y con la dignificación de los discapacitados visuales y otros colectivos con minusvalía, los trabajadores de esta institución denuncian esta política de exigencia de mínimos, según ellos, difícilmente alcanzables, y ponen de relieve lo que a su juicio es una contradicción flagrante: el hecho de que se trate de una organización que actúa como si fuera una empresa privada al uso, sin tener en cuenta compromisos sociales y la consideración que la propia sociedad española tiene de la ONCE.
    Ventas de 5.000 euros al mes
    Los vendedores de cupón tienen que cumplir unos mínimos de facturación que se sitúan en torno a los 5.000 euros mensuales, pero los discrepantes con esta fórmula ponen de relieve que la exigencia de objetivos no diferencia aquellos puestos de venta que tienen más fácilmente acceso al público de los que están situados en lugares más recónditos. Aún más: señalan que en los primeros se destina a aquellos trabajadores más proclives a los postulados de la empresa. Los puestos de venta son inamovibles y los propietarios de los mismos no pueden cambiar a su libre albedrío, sino con el permiso de la ONCE.
    Los críticos añaden que la ONCE no tiene en cuenta la actual crisis económica y la rebaja de ventas vinculada a la menor disponibilidad de dinero por parte de los potenciales clientes, lo que, a su entender, debería otorgar más flexibilidad a los vendedores. A este respecto también consideran una muestra de escasa sensibilidad el hecho de que en plena recesión se amenace con medidas punitivas a colectivos que, por sí solos, ya cuentan con un déficit social importante y grandes obstáculos en materia laboral.
    Es curioso, además, que el colectivo de vendedores, el más expuesto a la parte más sacrificada del trabajo, tenga un porcentaje de ciegos y de otros discapacitados mucho mayor que el que desempeña labores más burocráticas o de cargos intermedios de la institución, según asegura a El Confidencial uno de los integrantes de este sector crítico de trabajadores.

    Empresa con beneficios

    Pero, además, los disidentes con el actual sistema denuncian que la propia ONCE hace competencia desleal a sus vendedores y recuerdan que la institución ha otorgado a una unión temporal de empresa, formada por Gtech y Logista, la distribución de una buena parte de los cupones de la ONCE y de otros juegos organizados por la institución. Se da la circunstancia de que algunos de los afectados por el apercibimiento tienen su puesto de venta a muy escasa distancia de las tiendas en las que se distribuyen los cupones de dicha empresa.
    También critican el hecho de que cuando se plantea a la dirección de la ONCE que debería tener una mayor sensibilidad social con sus afiliados, algunos de los cuadros intermedios les responden que "hace tiempo que esto no es una ONG", sino una empresa que debe actuar como tal y tener beneficios. 

Cajón de Sastre

  Avales y sus riesgos

    El avalista puede terminar pagando la deuda contraída por la persona a quien 
avaló hasta que la misma quede por completo saldada
    Autor: JOSÉ IGNACIO RECIO
     Fecha de publicación: 11 de julio de 2013
 
    Un aval se requiere cuando un usuario quiere comprar un bien material costoso 
(vivienda, garaje, solares, etc.), pero también cuando pide un crédito personal 
de gran cuantía. Entran en juego dos partes: por un lado, la persona que se 
compromete a respaldar el bien adquirido (el avalista) y, por otra, quien 
solicita el préstamo, que es el avalado. A la primera, aceptar ser avalista 
puede ocasionarle problemas, ya que si el titular del crédito no puede asumir 
las deudas, será ella quien deba responder con su capital, incluso con sus 
bienes, para saldar las deudas contraídas. Este y otros riesgos del avalista se 
explican en el siguiente artículo.
 
    Ejercer como garante Un aval es una garantía bancaria cuya finalidad es 
demostrar al banco que, aunque el titular del crédito no disponga de la garantía 
suficiente para responder al crédito, hay otra persona que puede responder por 
él y, lo que es más importante, que se compromete a pagar la cantidad que el 
titular del producto haya dejado de abonar. Se requieren casi siempre para un bien material (vivienda, garaje, solares, etc.), pero también cuando se solicita un crédito personal de gran cuantía. Entran en juego entonces las dos partes que conforman este proceso financiero: 
    Avalista: la persona que se compromete a respaldar el bien adquirido. 
    Avalado: quien solicita el préstamo. 
    Al avalar se pone en juego el propio patrimonio, por lo que conviene elegir 
con cautela con quién se firma esta operación Al primero, ejercer como garante 
le puede acarrear muchos problemas en el futuro, ya que de no poder asumir las 
deudas el avalado, será él quien tenga que responder con su capital, incluso con 
sus bienes en última instancia. Por eso, es muy importante seleccionar con quién 
se firma esta operación, pues no puede formalizarse con cualquier persona. Solo 
conviene ser avalista de algún familiar o amigo de gran confianza, y del que no 
se tengan dudas sobre su respuesta ante el crédito solicitado. 
Bajo ninguna circunstancia hay que comprometerse con personas poco fiables o con 
aquellas de las que apenas se posea información. La sorpresa puede ser 
irreversible, ya que ante la falta de recursos económicos de los posibles 
avalados, habrá que responder ante el banco o caja de ahorros que concedió la 
vía de financiación. De ahí la prudencia para ser avalista de otras personas.
 
    Avales bancarios y particulares

     Hay dos clases de avales: bancarios y particulares.
    Bancarios: es una entidad financiera quien se encarga de pagar la deuda, y su 
principal repercusión sobre la economía doméstica reside en su aplicación en 
los contratos de alquiler de pisos. Los propietarios que teman que sus nuevos 
inquilinos no les paguen su alquiler de forma regular o sencillamente que 
abandonen la casa sin pagarlo, pueden incluirlo en su contrato de 
arrendamiento. En estos casos, además de la obligada fianza, que deberán 
afrontar quienes alquilen un inmueble, también pueden exigir a la otra parte 
un aval bancario cuya cuantía corresponda al precio de alquiler de 3 o 4 
meses, para cubrir estas contingencias. 
    Personales: se utilizan en la contratación de hipotecas, créditos al consumo, 
etc. Son familiares y amigos quienes se encargan de asumir casi siempre la 
función de garante para que el titular pueda comprarse una vivienda o adquirir 
un coche. Este tipo de avales personales son gratuitos para ambas partes y 
funcionan como si de un seguro se tratase, porque serán estas personas quienes 
se hagan cargo de la responsabilidad financiera, en el caso que el titular no 
pueda responder de su cuantía. 
    El avalista se pone en la misma situación que el avalado en el momento en que 
firma o consiente esta operación. Si, por cualquier circunstancia, es preciso 
variar las condiciones (cuantía, plazo de amortización, ampliación...) del 
préstamo, hay que comunicárselo a los avalistas y estos decidirán si aceptan o 
no el cambio.
 
    Riesgos de convertirse en avalista

     Los riesgos de aceptar esta operación son muy claros y parten de las siguientes actuaciones que conviene analizar con detenimiento antes de cometer un error que puede ser irreparable: 
    El hecho de avalar un préstamo conlleva las mismas obligaciones que para el 
solicitante; nunca es un apoyo moral a su concesión. 
    El avalista puede terminar pagando la deuda contraída por el deudor, hasta que 
la misma quede por completo saldada. Puede verse envuelto en un largo proceso judicial (de no pagarse) que termine en el embargo de su cuenta corriente, bienes personales (desde su casa y hasta el coche) e incluso la parte de su nómina que excede del Salario Mínimo Interprofesional. No importa la edad que se tenga, puede afectar también a los 
jubilados. 
    Antes de avalar a nadie, por tanto, conviene investigar sus contratos de trabajo 
y antigüedad, su solvencia económica y de qué bienes dispone en el instante de 
formalizar este proceso.
 
    Créditos sin avales

    En el momento de solicitar un crédito, es cada vez más frecuente que las 
entidades financieras demanden un aval a los solicitantes, ya que es una forma 
de asegurarse que el adelanto se les devuelva sin ningún contratiempo. 
No obstante, se puede sortear esta modalidad crediticia ya que la gran mayoría 
de préstamos rápidos se comercializan sin la exigencia de un aval o una nómina. 
En pocos minutos, los clientes disponen de liquidez en su cuenta corriente, 
aunque los importes son más bien modestos, de entre 500 y 1.000 euros de media. 
Por otro lado, en las vías de financiación personal y para el consumo, tampoco 
se incorpora la figura del aval, y basta con la presentación de la nómina para 
acceder a estos productos. Todo lo contrario que con las hipotecas o créditos de 
mayor cuantía, que en muchos de los casos se exige la presencia de un aval para 
poder contratarlos. 

El Álbum de la Lengua

 El uso de mayúscula inicial en títulos y cargos
    ANTES
    Era frecuente escribir, por razones de solemnidad y respeto, con mayúscula inicial los sustantivos que designan cargos o títulos de cierta categoría, como rey, papa, presidente, ministro, etc., especialmente si se usaban sin acompañar al nombre propio correspondiente y hacían alusión a una persona concreta. Ejemplos:
 El Rey se dirigió a todos los ciudadanos.
 El Papa visitará Brasil en...
 El Presidente comparecerá en el Congreso.
    AHORA
    En la Ortografía de 2010 se dice que los nombres que designan títulos, cargos o empleos de cualquier rango, por su condición de nombres comunes, se deben escribir siempre con minúscula inicial, independientemente de que acompañen o no al nombre propio al que hacen referencia. Ejemplos:
 El rey Arturo es el personaje central de la obra.
 El rey se dirigió a todos los ciudadanos.
 
    El uso de mayúscula inicial en algunos accidentes geográficos
    ANTES
    Se escribían con mayúscula inicial los sustantivos que designan accidentes geográficos, aun siendo nombres genéricos, cuando se usaban, por antonomasia, en sustitución del nombre propio. Ejemplos:
 el Golfo (para hacer referencia al Golfo de México)
 el Canal (en alusión al Canal de la Mancha)
 Península Ibérica (por el territorio peninsular español)
    AHORA
    En la Ortografía de 2010 se mantiene la mayúscula inicial para los usos antonomásticos de los nombres genéricos (el Golfo, la Península, etc.). Pero para aquellos sustantivos genéricos que aparecen seguidos de un adjetivo derivado del topónimo, se indica que tanto el sustantivo como el adjetivo se deben escribir en minúscula inicial. Ejemplos:
 península ibérica (el adjetivo ibérica procede del topónimo Iberia)
 cordillera andina (el adjetivo andino deriva del topónimo Andes)
 islas británicas (el adjetivo británico procede del topónimo Britania).  

La Butaca

 ¡Hola!
    Como sabéis hace unos años me dió por escribir un poco. El resultado fue un conjunto de relatos muy diferentes en estilo y temática.
    Los mismos fueron presentados en el año 2011 al premio Tiflos y fueron elegidos en la edición especial, segundo premio.
    Ahora he decidido lanzar una pequeña edición la cuál está a la venta en la página web de la editorial.
    Página de la librería digital:
http://www.editorialcirculorojo.es/publicaciones/c%C3%ADrculo-rojo-relatos/adelante/
    Dirección del booktrailler:
http://www.youtube.com/watch?v=xm9jPDh_dWg&feature=youtu.be
    Muchas gracias.
    Desde Salamanca informó para 30 días Jesús M Franco. 

Carta a...

 Muy señora mía: Solo unas líneas para felicitarla por la eliminación de España de los Juegos Olímpicos de 2020. ¿Cómo, que no me entiende? Es normal. Desde su privilegiada atalaya es muy difícil ponerse en el lugar de los ciudadanos de a pie, pero trataré de explicárselo de una forma rápida y sencilla. Este tipo de eventos los pagamos los españoles y paradójicamente siempre tienen que poner más los que menos tienen. El hecho de presentar la candidatura ya nos ha supuesto mucho dinero pero ahí no acaba el gasto, si Madrid hubiera sido la ciudad elegida, hubiéramos tenido que seguir pagando. En este momento, y hasta que no tengamos gobernantes responsables, cosa que no se vislumbra a corto plazo, los españoles no estamos en condiciones de permitirnos estos lujos. Si usted se tomara la molestia de mirar a su alrededor vería que en Madrid, como en el resto del país, hay muchas personas en paro y no todas cobrando prestación, muchas familias que tienen que hacer milagros para llegar a fin de mes y no todas lo consiguen, niños que han empezado su vida escolar y no tienen libros, ni maestro, ni aula, y paso de contarle sus problemas con la sanidad y otros servicios públicos porque sería perder tiempo. Resumo pues recordándole que todos tenemos cuatro necesidades básicas: trabajo o pensión para comer, una casa para vivir con dignidad, estudios para saber defendernos de ustedes y sanidad para cuando estemos enfermos, y en lo que haya una sola familia que no las tenga cubiertas, meternos en estos gastos, es otro de sus atropellos, además, ¿usted cree que cuando se sufren estos problemas o los sufren los que nos rodean tenemos ganas de fiestas? Pues no, señora mía, claro que no, las personas normales somos conscientes de que cuando un ciudadano se ve privado de estos derechos elementales todos somos afectados de una manera o de otra.
     Por lo tanto, lo dicho, brindo por el fracaso y doy las gracias a los responsables del Comité Olímpico Internacional por haber tenido más sentido común que usted al presentar la candidatura.
    María Jesús. 

Cosas de Garipil

 ¡Hola! 
    Después de dos meses vuelvo a abrirte la puerta de mi salita. ¿Quieres pasar? Ni te había olvidado, ni me daba pereza, es que mi autora estaba de vacaciones, y si ella se va, yo me quedo sin llave. En esta ocasión visitó tres países muy interesantes: Croacia, Bosnia y Eslovenia. Pero lo más importante es que volvió felizmente y yo puedo invitarte a conocer otro relato de sus “Letanías”. ¿Quieres que yo te lo lea?
 
Cuando suene la flauta

    Una cortina de niebla envolvía la ciudad aquella mañana de enero. Por una de las avenidas principales, entre yentes madrugadores y vinientes trasnochadores, Henar caminaba despacio, como dudando entre seguir adelante o volverse atrás. Las calles le parecían el doble de anchas, se le antojaba que las plazas habían cambiado de sitio, ni siquiera los nombres de las tiendas le resultaban familiares. De vez en cuando, el bombardeo de frases de parientes y amigos explotando entre sus sienes, la invitaba a acelerar el paso. "Ánimo, Henar, ánimo, que todo volverá a ser como antes", le decían los más optimistas. "Ánimo, Henar, ánimo, que el prestigio no se pierde como la belleza", le decían los más idealistas. "Ánimo, Henar, ánimo, que lo importante es poder contarlo", le decían los más realistas. Pero el ánimo -decía ella- no se compraba en los bazares de «todo a veinte duros".
    -Buenos días, doña Henar, ¿cómo está usted? -le preguntó la portera en cuanto puso los pies en la amplia alfombra del portal.
    -Bien, ya estoy bien -respondió ella e inclinó la cabeza para que aquel par de ojos no lograra ver lo que tan descaradamente pretendía.
     Llamó el ascensor y entró de espaldas para no verse reflejada en el espejo: estaba segura de que aquel rectángulo azogado que tantas veces la había rociado de elogios, de halagos, a la sazón la empaparía sin piedad, sin recato, de insultos. Abrió la puerta número ocho de la cuarta planta muy feliz por no haberse tropezado con ningún vecino en el rellano. Ella, que siempre había tenido los saludos en oferta -decían que daba tres por uno-, ahora los vendía a precio de oro, y cuando los vendía. Entró por fin en el despacho. Cinco lustros había pasado entre aquellas paredes repletas de títulos universitarios, de fotografías de ilustres juristas, de sentencias famosas... y sin embargo aquella mañana todo se le figuraba tristemente novedoso. Desconectó el contestador automático. "El bufete de la letrada doña Henar L. Suviña permanecerá cerrado por tiempo indefinido", había estado repitiendo como un loro aquel maldito cacharro durante dieciocho meses, año y medio, toda una eternidad para quien estaba acostumbrada a que los días se le escaparan como el agua de las manos. Se sentó ante la regia mesa que estrenara su abuelo y heredara de su padre. Encendió un cigarro y al separárselo de los labios se rozó los dientes con la uña del pulgar. Sonrió con amargura. En dientes, lo que era en dientes, sí que había ganado. Una sarta de perlas nacaradas sustituía a aquella hilera de dientes, anchos los frontales, estrechos los laterales, amarillos todos por el efecto del tabaco y la rebeldía a los artilugios del dentista, pero ¿para qué diablos se había gastado tanto dinero en aquellas perlas si ni siquiera tenía valor para sonreír a los demás cara a cara?
     -La primera clienta, doña Henar -le anunció su secretaria sin mirarla a la cara.
     -Hágala pasar, Dorita -dijo ella con una sonrisa de gratitud por la delicadeza.
     Y un instante después, Nati tomaba asiento frente a ella. Era una mujer de aspecto sencillo. Antes de hablar cruzaron una mirada. En la de Henar zigzagueó una ráfaga de envidia sana; en la de Nati, un suspiro de lástima y otro de extrañeza.
     -No sé si mis posibles me permitirán contratar sus servicios -dijo Nati algo nerviosa, como sin costumbre de hablar con abogados-, trabajo a temporadas en una empresa de limpieza y mi marido le cuida el jardín a las monjitas de una residencia de ancianos, pero el lunes tenemos un juicio y dice el procurador que debemos llevar un abogado.
     -No se preocupe, señora, todavía no he arruinado a ningún cliente. Problemas con algún hijo, ¿verdad?
      -¡No, por Dios, nada de eso! Tengo dos y el único disgusto que me han dado es que no han querido estudiar. Pero son tan trabajadores, tan formales, que no me puedo quejar. Se trata de un accidente, de un accidente de tráfico.
      "Un accidente, un accidente de tráfico...", repitió Henar para sí. Aquella negra mariposa que tantas veces había revoloteado sobre su mesa ahora tenía para ella un zumbido distinto.
     -¿Y qué... y qué pasó?
      -Nada, señora, nada para lo que pudo pasar. Aquel día volvimos a nacer mi marido y yo. Verá usted. Fue el primer sábado de junio, en junio hizo un año. Íbamos al aeropuerto, a recoger a mi hija y a su marido que regresaban de Canarias, donde habían pasado su luna de miel. Yo iba medio dormida. Mi marido conducía sin rebasar la velocidad autorizada, sin pretender adelantar a nadie, guardando las distancias debidas, pero en carretera no basta con que uno sea prudente, también han de serlo los demás, y aquel día nosotros dimos con un loco. Intentó adelantarnos en la curva de la Muerte, y por esquivarlo, nos salimos de la carretera. Dimos no sé cuántas vueltas de campana y las consecuencias fueron horribles: él se partió las piernas y los brazos y la memoria se le quedó al sereno todo el fin de semana; yo tuve en el cuerpo todo un cónclave de cardenales y los cristales me dejaron la cara hecha un cristo, así, como la...
    Los atónitos ojos de doña Henar frenaron a Nati: el mismo día, en el mismo lugar y por las mismas razones, ella había sufrido un accidente de las mismas características, pero con peores consecuencias.
    -El coche nos quedó hecho migas, para la chatarra -prosiguió Nati al ver que doña Henar, llamada por su brusco silencio, salía sobresaltada de sus pensamientos-, y ya ve usted, todavía nos faltaban tres letras que pagar, y lo que reclamamos es que el seguro del culpable nos indemnice, pues...
    Doña Henar la oía sin escucharla. Conocía todos los pasos, los dados y los por dar. Por su experiencia hasta habría podido adelantarle el veredicto del juez. Pero lo que ignoraba, lo que le intrigaba, lo que no entendía era qué ángel había extraído de su cara las garras de aquellos cristales sin dejar ni el más leve rastro de ellas. Y más como mujer que como letrada, sin mañas para disfrazar su interés, su rabia y su ansiedad, le cortó el hilo del discurso con la tijera de sus preguntas:
    -¿Y en qué hospital la atendieron? ¿Qué doctor la operó? Porque supongo que sería aquí, ¿verdad?
    Antes de cambiarle la hebra a la aguja de su sermón, Nati se puso en pie y la miró de hito en hito. Tres ramos de cicatrices, deshechos como al descuido sobre su frente y sus mejillas, desfiguraban aquel rostro que, a juzgar por sus grandes ojos, por su pequeña boca, por su bien perfilada nariz, por su brillante mata de pelo y por las facciones que se pronunciaban entre los "tallos", había sido agraciado, bello, incluso. Pero ahora era feo, muy feo, tan feo que en los mayores despertaba un involuntario repeluzno, y en los menores, porque los cortos de edad son a veces largos de crueldad, la risa. Y casi con vergüenza de ser más guapa que ella, devanó el carrete de sus recuerdos, enhebró de nuevo la aguja del sermón, y temerosa de herirla con las puntadas de su buena suerte, le cosió la historia:
    -Ese ángel, señora, se llama casualidad. Sí, ya verá. El primero en pasar por el lugar del accidente fue el señor gobernador, ni más ni menos. Iba en el coche oficial, con su chófer, con su escolta, y en persona nos llevó al hospital de Tres Nardos. El director lo tomó por un asunto suyo y aquello fue el no va más: el quirófano libre en un instante, el instrumental automáticamente listo, el personal entregadísimo... y si a mi marido le escayolaron las piernas y los brazos como quien trenza los cabellos de Dios, a mí me bordaron la cara como si del manto de la Virgen se tratara. Hasta mi madre se mata diciendo que ni con veinte años fui tan guapa. Y yo, señora, sólo le pido a San Cristóbal que si alguna vez vuelvo a tener un accidente, me auxilie un gobernador, pues hasta los tontos saben que si me toman por lo que soy, una limpiadora, hija de un panadero y esposa de un jardinero, a estas horas tengo la cara como la...
    Doña Henar se puso en pie como sacudida por el látigo de un penoso recuerdo. Era cierto el diagnóstico de su amigo, el experto doctor Cifuentes: "Te han hecho una operación propia del siglo XV. Y por duro que te resulte, no gastes ni más tiempo ni más dinero, hoy por hoy nadie puede deshacer estos entuertos". Y esbozando una difícil sonrisa, un extraño abrir y cerrar de boca para que sus dientes de perlas nacaradas restaran lástima y sumaran admiración en los ojos que tenía enfrente, despidió a su clienta.     -Vaya tranquila, señora, vaya tranquila que el lunes estaré en la sala de juicios a la hora en punto, y aunque ustedes sean unos simples obreros, defenderé sus intereses, sus derechos, como si fueran los del mismísimo gobernador -recalcó con sorna, como riéndose de su propia teoría.
     -Muchas gracias, señora, muchas gracias -musitó Nati, ajena por completo a la intención de sus palabras-. Así debería ser siempre y no sólo cuando por casualidad suene la flauta. Al fin y al cabo, como decía mi abuelo: "Entre ocho pobres hacemos un rico". Y es de justicia que tengan en cuenta tantos sacrificios.
    En cuanto Nati salió, doña Henar, deshecha en sollozos, se desplomó en el sillón. "¡Dios mío!, ¿cómo es posible que a mi clienta le hayan hecho en la cara un trabajo de hadas, y a mí, con las mismas heridas, en el mismo hospital y operada por los mismos doctores, me hayan transformado en un monstruo para toda la vida?.." se preguntó desesperada, vencida por la impotencia.
    -Un hombre quiere verla, doña Henar -volvió a anunciar su secretaria fingiendo no ver sus lágrimas.
    -Hágalo pasar, Dorita, hágalo pasar -pidió ella mientras intentaba recomponerse los ojos con la punta de un pañuelo.
    Y el visitante, después de quitarse la gorra a guisa de saludo, dio unos pasos de puntillas, como con miedo de dañar el parqué, y se sentó frente a ella. Era un hombre rústico, vestía ropas tan nuevas como anticuadas, iba recién afeitado, limpio incluso, pero olía a encinas, a animales, a humo: a pueblo.
    -Usted a mí no me conoce, pero yo a usted sí -dijo soltando sobre la mesa una bolsita de terciopelo azul que extrajo del bolsillo interior de su pelliza.
    -Viene de parte de Cleto, ¿verdad? Y ha metido en pleitos a un vecino -dijo ella intentando sonreírle, segura de que se trataba de un recomendado del administrador de la finca de su padre-. Disputas por una vaca, enfrentamientos por el riego del maíz... litigios verdes, que llamamos los abogados.
    -No, señora -aclaró él-. En Cerezal, mi pueblo, no hay ningún Cleto. El único que había se fue al extranjero siendo yo un zagal. Y le juro que yo no tengo cuajar "pa" meter en líos a nadie, fue un vecino quien me metió a mí el día de marras: el del accidente.
    -¿De qué accidente?
    -Del suyo, del suyo y del de "la" su amiga, porque era amiga la chica que conducía, ¿verdad?
    -Sí… sí... era una amiga, pero... no lo entiendo.
    -¡Toma! Ni yo, ni nadie lo entiende, pero ya ve, hay gente de "mu" mala prosapia, y "el" mi vecino es de esa ralea. ¡Fíjese! "Pa" llevarlas al hospital tuve que dejar el rebaño a la custodia del perro, y ya sabe: los animales, como las personas, no siempre se respetan entre sí. Y las ovejas, en cuanto se vieron solas, se metieron en "el" su "prao" y se lo dejaron sin pasto "pa" "to" el verano. Yo quise arreglarlo por las "güenas", con un trago de vino y cuatro palabras, como los hombres tienen que arreglar las cosas, pues si en los pleitos pierde el que gana, dígame usted qué va a ganar el que pierde... Pero el "mu" canalla se subió a la parra, me pidió el oro y el moro, y tuve que dejarlo que me metiera en juicios. "Seguro que el juez no te castiga a pagar tanto", dijo "la" mi mujer, y cuando "la" Toña dice algo... "Pal" martes nos ha "citao", pero no pienso presentarme, hasta el cura me ha dicho que él tiene todas las de ganar, y aunque sea echarme la tierra encima, prefiero ahorrarme lo del "abogao".
    -Entonces... -balbuceó ella después de varios intentos por meter baza- ¿fue usted quien nos auxilió?
   -Sí, señora, fui yo. Todavía me bailan las piernas cuando me acuerdo. Me había "quedao" traspuesto al pie de una encina y el perro me despertó a mordiscos. Cuando llegué a la curva me quedé como la cal, sobre todo cuando le vi la cara a usted, parecía el revés de un trillo. La cabeza me decía que llamara a una ambulancia, pero el corazón me aseguraba que la muerte era más rápida. Y como Dios me dio a entender, las metí en "la" mi Cirila, -así llaman en el pueblo al cacho furgoneta que tengo-, las tapé con "la" mi zamarra, -"pa" que las heridas no se les llenaran de paja-, abrí las ventanillas, -"pa" que no se asfixiaran con el olor a pienso-, saqué un pañuelo más negro que blanco y a cien por hora me las llevé al hospital. No sé cómo no acabé de matarlas...
    -¡Dios mío!, ¿cómo puedo pagarle todo lo que hizo?
    -De ninguna forma, señora, estas cosas ni se pagan ni se deben. Ayer por usted, mañana por mí. Y la única espina que tengo es que el director del hospital no es de mi parecer.
    -¿Por qué dice eso?
    -Porque al verme en la Cirila y con aquellas trazas adivinó que era un simple pastor y todo fueron pegas: el operatorio "ocupao", la herramienta sin preparar, los médicos "tos" atendiendo a no sé qué matrimonio que había "llevao" un pez gordo... y si a "la" su amiga le entablillaron las piernas y los brazos a matacaballo, a usted le sacaron los cristales de la cara como quien saca pipas de un girasol. Y "pa" eso digo yo que no hace falta ni llevar corbata ni hacer carrera. Pero no se ponga triste, señora, lo importante es vivir, vivir como sea. Y yo no venía a hacerla llorar, venía a traerle un recuerdo, un recuerdo triste, pero un recuerdo. ¡Téngalo!
    Doña Henar recogió perpleja la bolsita de terciopelo azul que el pastor le ofrecía, deshizo el nudo del cordón que la cerraba y volcó su contenido sobre la mesa. Era un diente ancho, amarillo… suyo, que maravillosamente engarzado pendía de una cadena de oro.
    -Se le cayó en "la" mi Cirila, -comentó el pastor-, y seguro de que le haría falta, le dije un día a "la" Toña: "Se lo voy a llevar, “pa” que se lo ponga el “dientista”, pues es una lástima que siendo tan joven ya esté “mellá”". Ella me dijo que a esto no llegaban los adelantos, que me acordara de su padre, que perdió una pierna en la guerra, y cojo  se fue al otro barrio, que me dejara de hacer el bobo y que lo enterrara de una vez. Fui al camposanto y escarbé en la tierra, pero me dio cosa dejarlo allí, sin una misa, sin ataúd... Me parecía un sacrilegio enterrar un cacho de usted estando viva todavía, un crimen que la dejaría "pa" siempre con el cuerpo a medias. Y "pa" quitarme la zozobra acordamos venir a un joyero de la ciudad antes de que nos desplumara el juez y él nos hizo este colgante, "pa" que pueda llevarlo al cuello, ya que en su sitio no "pue" ser. ¿Qué le parece?
    -Que esto no es un diente, ni siquiera un colgante; es un mimo, una sonrisa, un pedazo de corazón... -recitó ella mientras se colgaba la cadena al cuello- Y vaya tranquilo, y en mi nombre tranquilice a su mujer, el martes seré yo quien me presente en la sala de juicios para defender sus derechos como si fueran míos, y, o poco valgo, o le aseguro que ese cantamañanas de Cerezal tendrá que indemnizarlo por intransigente, por insolidario, por amedrentarlo... -afirmó muy dolida, convencida ya de que Nati tenía razón.
    -Muchas gracias, señora, muchas gracias -musitó el pastor, ajeno por completo a su indignación-. Así debería ser siempre y no sólo cuando por casualidad suene la flauta. Al fin y al cabo, como decía mi abuelo: "Entre ocho pobres hacemos un rico". Y es de justicia que tengan en cuenta tantos sacrificios.
    En cuanto salió el visitante, doña Henar llamó a su secretaria.
    -Dorita, por favor, redacte una denuncia.
    La joven se sentó ante la máquina de escribir.
     -¿Quién es el demandante?
    -Henar María López Suviña.
    -¿Y el demandado?
    -El director del hospital de Tres Nardos.
     -¿De... de qué lo acusa?
     -De tratar a los pacientes que ingresan en el hospital según el estatus social de quien los lleva -explicó doña Henar en pie, con los ojos entornados, dejando caer sus palabras sin esfuerzo, sin rebeldía... como pétalos que se desprenden de una rosa ya muerta.
    -Pero... ¡señora! -se atrevió a comentar Dorita sin retirar los dedos del teclado-, esto podrían denunciarlo sus clientes de esta mañana. Por sus pintas salta a la vista que no tienen donde caerse muertos, y a buen seguro que siempre les dan con la puerta en las narices, pero a usted, la mejor letrada de la comarca, nieta del mejor catedrático del país, heredera de la mejor finca de la provincia... o ignoran quien es, o todo le son puertas abiertas.
    -Usted lo ha dicho, Dorita, a veces las apariencias engañan y por socorrerme ese pastor el día del accidente me tomaron por una campesina y me dejaron cara de bruja; sin embargo, a mi clienta, se la dejaron de muñeca porque al auxiliarla el gobernador la tomaron por una ministra. Pero si nos hubieran reconocido, si a cada cual nos hubieran tratado por lo que éramos, tampoco habría sido justo. Y de hoy en adelante lucharé por evitar estos atropellos, al nacer, ni Nati era una limpiadora ni un pastor el señor de Cerezal, ni usted mi secretaria, ni yo la letrada L. Suviña... Éramos simplemente personas, y como personas debemos tratar y ser tratados, pues, en un momento dado, los ricos podemos parecer pobres y los pobres ricos.
    -Tiene razón, señora, tiene razón -añadió Dorita con evidente ademán de ultimar la denuncia-. Así debería ser siempre y no sólo cuando por casualidad suene la flauta.
    -Al fin y al cabo -remató doña Henar- como pensaban los abuelos de mis clientes: "Entre ocho pobres hacen un rico". Y es de justicia que tengamos en cuenta tantos sacrificios.
    Los flecos de la cortina de niebla que envolvía la ciudad destilaban una lluvia menuda aquel mediodía de enero. Doña Henar, camino del juzgado, abrió el paraguas, era un alivio poder ocultar la cara bajo aquel palco turquesa que servía de cielo a una bandada de mariposas multicolores; pero... ¿qué haría en los días de primavera cuando el sol se empeñara en llenarla de caricias de luz al salir a la calle? "Quedarte en casa", parecían responderle los patos del lago del parque con su infatigable "¡cua, cua, cua!" ¿Qué haría cuando de pie ante los jueces les tuviera que mirar a los ojos para convencerlos con la mirada a la vez que con la palabra? "Poner a otro letrado en tu sitio", parecía responderle un perro vagabundo que empezó a seguirla con su implorante "¡Ua, ua, ua!" ¿Qué haría cuando en el juzgado se abriera la ventanilla y tuviera que entregar la denuncia al funcionario de turno? "Hacerte la despistada y entrar sin cerrar el paraguas", parecían aconsejarle las personas que entraban y salían del juzgado con sus indiscretas miradas, con sus mal disimulados cuchicheos, con sus impertinentes gestos de espanto, de asombro, de lástima... Pero aquello era duro, muy duro, demasiado duro para quien estaba acostumbrada a salir mucho y a litigarlo todo por sí sola y cara a cara. Muerta de angustia se llevó al pecho la mano que tenía libre y sus dedos rozaron el diente que llevaba al cuello. "Pero no se ponga triste, señora, lo importante es vivir, vivir como sea", volvió a decirle su ángel de la tierra a través de aquel pedazo de corazón. Y como guiada por el resplandor de una luz nueva cerró el paraguas, alzó la cabeza, aceleró el paso y subió la escalera., Guapa o fea estaba viva, seguía siendo doña Henar L. Suviña. Y quién sabía si algún día, con el paso de los años, sonaba para ella la maravillosa flauta de la ciencia anunciándole la caída de un alud de rosas encendidas de primavera sobre sus crueles cicatrices...
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