sábado, 31 de octubre de 2015

Portada

 Queridos lectores: Acaba de salir el número 37 de 30 días, mi periódico, tu periódico, el periódico de cuantos quieran leerlo.

    Te recuerdo que puedes ser uno de mis corresponsales. Para esto basta con que envíes tus crónicas a: mjsanchezoliva@gmail.com, poniendo en el asunto “30 días” y en el mensaje el lugar de procedencia.

    Nota importante

    Algunos lectores de este periódico, sobre todo los que trabajan con revisores de pantalla, se quejan de que no pueden poner comentarios. Esto puede deberse a varias cosas: problemas con Internet, cambios en la página de Blonger, falta de accesibilidad en algunas opciones… De todos modos, si quieres que tus comentarios aparezcan en cualquiera de las secciones, puedes enviarlos al correo electrónico del blog y aparecerán. Es el siguiente:

    mjsanchezoliva@gemail.com

    También la puedes localizar visitando el enlace Página de Perfil.  

    Contenido

    La Vitrina: Si aprovechando las vacaciones terminaste los libros pendientes y no sabes por cuál decidirte para seguir leyendo, aquí tienes seis títulos para elegir.   
    Mesa camilla: La nueva tarificación de la luz es otra subida.
    Cajón de Sastre: La fiesta de Halloween se celebraba en España antes de que Estados Unidos existiera como nación. 
    El Álbum de la Lengua: Origen de una frase muy actual.
    La Butaca: Estupenda noticia.
    Carta a… Andrea, la niña gallega que nos dejó hace unos días. 
    Cosas de Garipil: Del libro “El rosario de los cuentos”, el quinto misterio de los gloriosos.

    Si has visitado cualquiera de las secciones, mil gracias; si las has visitado todas, un millón.

    Volveremos a encontrarnos en el próximo número.

    María Jesús. 

    Seguidores de Honor:
    Mónica Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 23-IV-2012.
    Arturo Arias Terceiro. Nacionalidad: argentina. 12-VI-2012.
    María del Mar Nuevo Vialás. Nacionalidad: española. 29-VI-2013.
    Concepción Martín Martín (Conchi). Nacionalidad: española. 19-IV-2015.
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Vitrina

COMENTARIO

     José Ferrater Mora. En su Ventana al mundo. El libro en la encrucijada, dice este sabio profesor catalán del siglo XX:
    Unos libros almacenan sabiduría y otros tonterías: unos rebosan conocimiento y otros ignorancia.
    Interesante frase que hace honor a una verdad: la de que no todo lo que se imprime es digno de haber sido impreso. En la selva bibliográfica donde los lectores se pierde, hay, como en la selva real, muchos peligros. Resulta a menudo difícil discernir entre el libro que vale la pena leer, y el libro producto de un refrito o de un mal plagio, por lo que los lectores avisados deben andarse con tiento a la hora de emprender la ardua tarea de comprarlos y leerlos, o lo que es peor, porque además de mermar el bolsillo, merman las ganas de leer, comprarlos para no acabar de leerlos.
     ¿Recomendación?: acerquémonos a los autores consagrados por el tiempo, a los merecedores del título de «clásicos». Leamos a los grandes, a los que el tiempo ha respetado y mejorado. Los lectores entienden. Puestos en el disparadero de leer a alguno de los escritorzuelos que se asoman a los estantes con sus sandeces, recordemos que existen, todavía vigentes, Benito Pérez Galdós y Miguel de Unamuno; Gabriel Miró y Azorín; Pío Baroja y Ramón J. Sender;Vicente Blasco Ibáñez y Ramón delValle-Inclán. No defraudarán a nadie. Y si queremos acercarnos más a nuestro tiempo, ahí están Sánchez Ferlosio, Juan Marsé, Miguel Delibes, Camilo José Cela o Francisco Umbral. Otro buen camino para no equivocarnos de libro, es conocer los gustos de quienes los recomienda; los buenos lectores nunca recomiendan libros que noles gustaron. 

     LIBROS

    Título: “La bibliotecaria de Auschwitz”. 
    Autor: Antonio G. Iturbe.
    Reseña: Sobre el fango negro de Auschwitz que todo lo engulle, Fredy Hirsch ha levantado en secreto una escuela. En un lugar donde los libros están prohibidos, la joven Dita esconde bajo su vestido los frágiles volúmenes de la biblioteca pública más pequeña, recóndita y clandestina que haya existido nunca. 
    Título: “El perfume de nuestra tierra (voces de Israel y de Palestina)”.
    Autora: Kenizé Mourad.
    Reseña: En este libro, que mezcla toda la experiencia de Kenizé Mourad como periodista y, a la vez, toda su sensibilidad como narradora, surge íntegro el drama que viven diariamente palestinos e israelíes. Evitando los análisis políticos y las generalidades, Mourad describe y da la palabra a hombres y mujeres de ambos campos en lucha. Escuchando esa palabra, la autora de "De parte de la princesa muerta" sitúa al lector en el corazón del drama palestino-israelí.
     Título: “La puerta pintada”.
     Autor: Carlos Aurensanz.
     Reseña: Año 1949. La aparición de un cadáver junto al río está a punto de trastornar la vida de los habitantes de Puente Real, una tranquila ciudad de
provincias en la posguerra. Es solo el primero de una serie de extraños crímenes que van a cambiar para siempre la vida de don Manuel, el médico forense
encargado de la investigación. Año 1936. Ha estallado la Guerra Civil. A su pesar, la vida de Salvador, un impresor simpatizante de las izquierdas, y la
de su esposa Teresa, maestra en una escuela de la República, se ven arrastradas inexorablemente hacia la tragedia y la muerte.
     Título: “La joya de Medina”.
    Autora: Sherry Jones.
    Reseña: La conversión de Aisha en una mujer apasionada y valiente en los albores del Islam conquista nuestra imaginación. Se trata de una novela informativa y a la vez de entretenimiento. Sherry Jones retrata vívidamente la política del momento, el trato dado a las mujeres, la arena del desierto, todos los aspectos de la existencia durante el siglo VII en el marco de la cultura árabe.
    Título: “Una apuesta indecente”.
    Autora: Emma Wildes.
    Reseña: Oculta tras el velo de su sombrero, la misteriosa desconocida exige total y absoluta discreción a los dos caballeros a quienes ha citado. Y cuando ambos se comprometen a no revelar jamás su identidad, ella se ofrece a ser la juez de la apuesta que tiene en vilo a toda la alta sociedad londinense: dirimir quién de los dos hombres, amigos y rivales, es el mejor amante de Inglaterra.
    Título: “El pabellón de las peonías”.
    Autora: Lisa See.
    Reseña: Lise See abre una ventana a un mundo asombroso, donde la riqueza de la vida cotidiana se mezcla con el lado más místico de la cultura china. Con tanta pasión como erudición invita al lector a sumergirse en un viaje inolvidable, dando vida no sólo a un personaje, sino también al ámbito íntimo de las mujeres, un rico mundo poblado de rituales y leyendas ancestrales.

Mesa camilla

Los cuentos chinos, en todos los países del mundo, son relatos fantásticos, sabios, hermosos, pero en España, un cuento chino, es una mentira que no se cree ni la madre del cuentista. Los mejores autores de cuentos chinos están en la clase política, y en vísperas de elecciones, su imaginación es de Nobel. El último cuento chino firmado por Mariano Rajoy se titula “El timo de la luz” y dice así:

    Hubo un tiempo en el que la compañía eléctrica era pública y daba gloria lo bien que funcionaba. Raras eran las averías que nos dejaban a oscuras, pero si surgían, ni tiempo había para encender las velas: los electricistas trabajaban a ritmo de luz. Tal era la eficacia que si el apagón obedecía a causas del sistema y causaba daños en los electrodomésticos, la compañía, sin que los clientes tuvieran que cursar reclamaciones, se encargaba de recogerlos, repararlos y devolverlos a su domicilio funcionando perfectamente. Podías contactar con la oficina correspondiente marcando un simple número de teléfono, y fuera de día o fuera de noche, siempre había alguien que cogía los avisos, los consumos, las consultas… cualquier eventualidad menos quejas, porque, además de funcionar el servicio, la factura subía una vez al año y el importe de los impuestos no superaba al del consumo.
    Pasó el tiempo y a todos los gobiernos de la democracia les dio por hacer de un servicio público veinte y la madre privados. La compañía eléctrica, no iba a librarse, y a todas las empresas se les concedió el mismo privilegio: recibir dinero público para modernizarse y compensar pérdidas.
    Tan diligentes eran los nuevos empresarios que emprendieron la reforma del sistema sin demora y como por arte de magia cerraron oficinas, despidieron empleados, cambiaron contadores que nos exigieron contratar más potencia para no sufrir cortes cada dos por tres, y de subir el importe de la factura una vez al año, pasó a subirse una vez en cada estación, con tal acierto que terminó el primer invierno y antes de empezar la siguiente primavera ya pagábamos más de impuestos que de consumo.
    Los usuarios, porque dejaron de ser clientes para ser usuarios, muy enfadados, empezaron a llamar para protestar, para pedir explicaciones, parareclamar su derecho a la información, pero se encontraron con que los números de teléfono habían sido sustituidos por líneas 901 que tras dormirlos marcando opciones solicitadas amablemente por un contestador, los despertaba con un diluvio de publicidad y alabanzas a sus múltiples, asequibles y espléndidos servicios.
    Ante estos despropósitos, desde el más listo al más tonto, empezaron a buscar la razón que había para que siendo empresas privadas, tuvieran que recibir dinero público, y los gobiernos, en lugar de prohibirles tantos abusos, se los autorizaran. No tardaron en encontrarla: los políticos que los ciudadanos largaban a su casa en las urnas, pasaban a ser consejeros de sus Consejos de Administración, y casos se dieron en los que sus sueldos eran superiores a los que recibían cuando gobernaban.
    Gracias a estos compadreos, las empresas eléctricas, lejos de tener pérdidas, tenían ingresos desorbitados, pero como cuanto más se tiene más se quiere, en cuanto olieron a elecciones se dirigieron al gobierno para solicitar otra subida extraordinaria antes de que acabara la legislatura por si las moscas, y el presidente, que ni quería que los ciudadanos le birlaran el sillón, ni quería que los empresarios se los birlaran a sus colegas, se fue un fin de semana a Galicia para inspirarse y volvió a Madrid con el cuento que entusiasmaría a todos: en adelante, las compañías eléctricas, tendrían que subir y bajar el precio de la luz todos los días, para que los usuarios, por primera vez en la historia de la luz, pudieran usarla cuando les fuera asequible, pero la moraleja determinaba que tenían libertad para establecer la cuantía, las franjas horarias y los canales de información de los precios.
    Ante este descubrimiento, tontos y listos, concluyeron que La fantástica tarificación de la luz no es otra cosa que seguir ayudando a las compañías a medrar vertiginosamente a costa de los ciudadanos que les pagan de dos formas: con su dinero y con el dinero de sus impuestos. Para cumplir con la ley solo tienen que subir el precio a la hora de más consumo y bajarlo a las de menos. Por su parte, ni los usuarios que se atrevan a comer a las dos de la madrugada y encender la lámpara de la mesita de noche a las doce del mediodía, podrán ahorrarse nada, pues, antes de poner la lavadora, la calefacción, la placa de la cocina o conectar el molinillo para hacerse un café, tendrán que consultar el precio en Internet y lo que se ahorran en lágrimas, se lo gastan en suspiros. 

    Por lo tanto, los cuentos chinos, en todos los países del mundo, son relatos fantásticos, sabios, hermosos, pero en España no son otra cosa que una mentira que no se cree nadie, absolutamente nadie, ni siquiera los que aplauden al cuentista.
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Cajón de Sastre

 Fiesta de Halloween 
    Datos de interés 
    Nombre oficial: Halloween 
    Otros nombres: Noche de Brujas, Día de Brujas, Samhain 
    Origen de la celebración: Celta 
    Día de celebración: 31 de octubre 
    Celebrado desde el Siglo XIX 
    Lugar de celebración: Internacional
     Halloween (contracción de All Hallows' Eve, 'Víspera de Todos los Santos'), también conocido como Noche de Brujas o Día de Brujas, es una fiesta de origen celta que se celebra internacionalmente en la noche del 31 de octubre, sobre todo en países anglosajones como Canadá, Estados Unidos, Irlanda o Reino Unido, y, en menor medida, en otros lugares como España y Latinoamérica. A pesar de pertenecer al mundo anglosajón, en Australia y Nueva Zelanda no se observa esta costumbre tanto como en los demás países.
    Sus raíces están vinculadas con la conmemoración celta del Samhain y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos, celebrada por los católicos el 1 de noviembre. Se trata en gran parte de un festejo secular, aunque algunos consideran que posee un trasfondo religioso. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante la Gran hambruna irlandesa.
    El día se asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado y está fuertemente ligado a símbolos como la jack-o'-lantern. Las actividades típicas de Halloween son el famoso truco o trato y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita de casas encantadas, las bromas, la lectura de historias de miedo y el visionado de películas de terror.
    En los países de latinoamérica se acostumbra a salir por la noche con los niños más pequeños disfrazados a pedir dulces y cantando. Los mayores suelen acudir a fiestas nocturnas después de llevar a los más pequeños a pedir dulces. También para los niños se hacen fiestas, aunque durante el día.
     Historia 
     Origen del nombre
     Origen celta
     La tradición romana
     Institucionalización del Halloween por la Iglesia católica
     Expansión a Norteamérica
     Actualidad
     Comida
    Truco o trato
    Jack-o'-lantern
     Halloween en España
    Origen del nombre: La palabra «Halloween» [/ˌhæl.əʊˈiːn/] es usada como tal por primera vez en el siglo XVI, y proviene de una variación escocesa de la expresión inglesa "All Hallows' Even" (también usada "All Hallows' Eve") que significa «víspera de todos los Santos».
    Origen celta: Halloween tiene su origen en una festividad céltica conocida como Samhain, que deriva del irlandés antiguo y significa fin del verano. Los antiguos britanos tenían una festividad similar conocida como Calan Gaeaf. En el Samhain se celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el «Año nuevo celta», que comenzaba con la estación oscura.
    Los antiguos celtas creían que la línea que une a este mundo con el Otro Mundo se estrechaba con la llegada del Samhain, permitiendo a los espíritus (tanto benévolos como malévolos) pasar a través. Los ancestros familiares eran invitados y homenajeados mientras que los espíritus dañinos eran alejados. Se cree que el uso de trajes y máscaras se debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos. Su propósito era adoptar la apariencia de un espíritu maligno para evitar ser dañado.
    Otra práctica común era la adivinación, que a menudo implicaba el consumo de alimentos y bebidas, e incluso en Asturias se celebraban banquetes en las tumbas de antepasados.
    La tradición romana: Cuando tuvo lugar la ocupación romana de los dominios celtas la festividad fue asimilada por estos. Aunque ya se celebraban los últimos días de octubre y primeros de noviembre una festividad conocida como la «fiesta de la cosecha», en honor a Pomona (diosa de los árboles frutales), se mezclaron ambas tradiciones.
    Institucionalización del Halloween por la Iglesia católica: Día de Todos los Santos. En una época en la que predominaban las festividades «paganas», los papas Gregorio III (731–741) y Gregorio IV (827–844) intentaron suplantarla por una festividad católica (Día de Todos los Santos) que fue trasladada del 13 de mayo al 2 de noviembre.
    Expansión a Norteamérica: En 1840 esta festividad llega a Estados Unidos y Canadá, donde queda fuertemente arraigada. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición durante la Gran hambruna irlandesa. Fueron ellos quienes difundieron la costumbre de tallar los jack-o'-lantern (calabaza gigante hueca con una vela dentro). Sin embargo, la fiesta no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921. Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota y luego le siguieron otros estados. La fiesta adquirió una progresiva popularidad en las siguientes décadas. La internacionalización de Halloween se produjo a finales de los años 1970 y principios de los 1980 gracias al cine y a las series de televisión. En 1978, se estrenaba en Estados Unidos y en el mundo entero Halloween, de John Carpenter; una película ambientada en la víspera de Todos los Santos que supuso una referencia para el cine de terror de serie B; con innumerables secuelas e imitaciones.
    Actualidad: Hoy en día, Halloween es una de las fechas más importantes del calendario festivo estadounidense y canadiense. Algunos países latinoamericanos, conociendo aún esta festividad, tienen sus propias tradiciones y celebraciones ese mismo día, aunque coinciden en cuanto a su significado: la unión o extrema cercanía del mundo de los vivos y el reino de los muertos. En Europa son muchas las ciudades en las que los jóvenes han decidido importar el modo con el que Estados Unidos concibe Halloween celebrándolo con fiestas y disfraces. Aunque en algunos lugares, como Inglaterra, la fiesta original ha arraigado de nuevo. El hecho de que esta fiesta haya llegado hasta nuestros días es, en cierta medida, gracias al enorme despliegue comercial y la publicidad engendrada en el cine estadounidense. La imagen de niños norteamericanos correteando por las oscuras calles disfrazados de duendes, fantasmas y demonios, pidiendo dulces y golosinas a los habitantes de un oscuro y tranquilo barrio, ha quedado grabada en la mente de muchas personas. En esa noche los espíritus visitaban las casas de sus familiares, y para que los espíritus no les perturbasen, los aldeanos debían poner una vela en la ventana de su casa por cada difunto que hubiese en la familia. Si había una vela en recuerdo de cada difunto, los espíritus no molestaban a sus familiares, si no era así los espíritus les perturbaban por la noche y les hacían caer entre terribles pesadillas.
    Comida: Manzanas de caramelo o acarameladas. Manzanas dulces con maní. Dado que Halloween coincide con la temporada de la cosecha de las manzanas cada año, las manzanas de caramelo (conocidas como manzanas acarameladas fuera de Norteamérica), y las manzanas dulces son comunes durante las fiestas. Las manzanas de caramelo se les daban comúnmente a los niños, pero la práctica se desvaneció rápidamente en la estela de rumores generalizados de que algunos individuos incrustaban objetos como clavos y cuchillas de afeitar en las manzanas en los Estados Unidos. Si bien hay pruebas de este tipo de incidentes, son muy raros y nunca han dado lugar a lesiones graves. Muchos padres suponen que estas prácticas atroces fueron exageradas por los medios de comunicación. En la cumbre de la histeria, algunos hospitales ofrecían gratuitamente rayos X para los niños en Halloween, con el fin de encontrar evidencia de manipulación. Se conocen pocos casos de intoxicación por caramelos manipulados.
    Una costumbre que persiste hoy en día en Irlanda es la preparación o la compra de un pastel de frutas, en el que se coloca un anillo simple, una moneda y otros encantos antes de hornear. Se dice que aquellos que encuentran un anillo encontrarán su verdadero amor el año siguiente. Esta tradición es similar a la del roscón de Reyes en la fiesta de la Epifanía.
    Truco o trato: Originalmente el truco o trato (en inglés «Trick-or-treat») era una leyenda popular de origen céltico según la cual no solo los espíritus de los difuntos eran libres de vagar por la Tierra la noche de Halloween, sino toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales. Entre ellos había uno terriblemente malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa pidiendo precisamente «truco o trato». La leyenda asegura que lo mejor era hacer trato, sin importar el costo que éste tuviera, pues de no pactar con este espíritu (que recibiría el nombre de jack-o'-lantern, con el que se conocen a las tradicionales calabazas de Halloween) él usaría sus poderes para hacer «truco», que consistiría en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios y maldiciones como enfermar a la familia, matar al ganado con pestes o hasta quemar la propia vivienda. Como protección surgió la idea de crear en las calabazas formas horrendas, para así evitar encontrarse con dicho espectro (y con el tiempo, debido a la asociación mental entre el espíritu y las calabazas, el nombre de este sería dado a ellas, que es como son conocidas hoy día cuando llega esta fiesta).
    Realmente, aunque se ha generalizado la traducción «truco» en castellano por el inglés «trick» y «trato» literalmente por «treat», en el caso del «Trick-or-treating» no se trata de un truco propiamente dicho sino más bien de un susto o una broma por lo que una traducción más exacta sería por ejemplo «susto o dulce» o «travesura o dulce».
    En la actualidad, los niños se disfrazan para la ocasión y pasean por las calles pidiendo dulces de puerta en puerta. Después de llamar a la puerta los niños pronuncian la frase «truco o trato», «truco o dulce» o «travesura o dulce» (proveniente de la expresión inglesa trick or treat). Si los adultos les dan caramelos, dinero o cualquier otro tipo de recompensa, se interpreta que han aceptado el trato. Si por el contrario se niegan, los chicos les gastarán una pequeña broma, siendo la más común arrojar huevos o espuma de afeitar contra la puerta.
    En México existe una versión denominada Calaverita en la que los niños preguntan ¿Me da usted mi calaverita? en lugar de ¿Truco o Trato? refiriéndose a un dulce con forma de calavera.
    El recorrido infantil en busca de golosinas probablemente enlace con la tradición neerlandesa de la Fiesta de San Martín[.
    La calabaza iluminada desde su interior con una vela es el símbolo más reconocible de Halloween. Narra una leyenda irlandesa que había un pillo de nombre Jack, el Tacaño. El diablo, a quien llegó el rumor de tan negra alma, acudió a comprobar si efectivamente era un rival de semejante calibre. Disfrazado como un hombre normal acudió al pueblo de éste y se puso a beber con él durante largas horas, revelando su identidad tras ver que en efecto Jack era un auténtico malvado. Cuando Lucifer le dijo que venía a llevárselo para hacerle pagar por sus pecados, Jack le pidió que bebieran juntos una ronda más, como última voluntad. El diablo se lo concedió, pero al ir a pagar ninguno de los dos tenía dinero, así que Jack retó a Lucifer a convertirse en una moneda para demostrar sus poderes. Satanás lo hizo, pero en lugar de pagar con la moneda, Jack la metió en su bolsillo, donde llevaba un crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí el diablo ordenó al granjero que le dejara libre, pero Jack respondió que no lo haría a menos que prometiera volver al infierno para no molestarle durante un año.
    Transcurrido ese tiempo, el diablo apareció de nuevo en casa de Jack para llevárselo al inframundo, pero de nuevo Jack pidió un último deseo, en este caso, que el amo de las tinieblas cogiera una manzana situada en lo alto de un árbol para así tener una última comida antes de su tormento eterno. Lucifer accedió, pero cuando se hallaba trepado en el árbol, Jack talló una cruz en su tronco para que no pudiera escapar. En esta ocasión pidió no ser molestado en diez años, además de otra condición: que nunca pudiera el diablo reclamar su alma para el inframundo. Satanás accedió y Jack se vio libre de su amenaza.
    Su destino no fue mejor: tras morir (mucho antes de transcurridos esos diez años pactados), Jack se aprestó a ir al cielo, pero fue detenido en las puertas de San Pedro, impidiéndosele el paso pues no podían aceptarle por su mala vida pasada, siendo enviado al infierno. Para su desgracia allí tampoco podían aceptarlo debido al trato que había realizado con el diablo, quien de paso le expulsó de su reino y, despechado, le arrojó a Jack unas ascuas ardientes, las cuales el granjero atrapó con un nabo hueco, mientras burlonamente agradecía la improvisada linterna que así obtuvo. Condenado a deambular por los caminos, anduvo sin más luz que la ya dicha linterna en su eterno vagar entre los reinos del bien y del mal. Con el paso del tiempo Jack el Tacaño fue conocido como Jack el de la Linterna o «Jack of the Lantern», nombre que se abrevió al definitivo «Jack O'Lantern». Esta es la razón de usar nabos (y más tarde calabazas, al imitar con su color el resplandor de las ascuas infernales) para alumbrar el camino a los difuntos en Halloween, y también el motivo de decorar las casas con estas figuras horrendas (para evitar que Jack llamara a la puerta de las casas y proponer Dulces o travesuras). 
    Halloween en España 
    La Santa Compaña es una procesión nocturna de espíritus. 
Decorar calabazas esta noche es también una tradición practicada en España al menos desde la edad media.
     La mayor parte de la sociedad española considera que Halloween es una fiesta estadounidense que ha "invadido" España por la expansión de la cultura de EE. UU. (medios de comunicación, Hollywood, series...). Lo cierto es que las tradiciones que se celebran en Halloween se celebraban en España antes incluso de que existiera EEUU como nación. Por lo tanto se puede afirmar que Halloween también puede ser considerada como una tradición ibérica (no con este nombre, sino como parte del Samhain), aunque su actual resurgimiento está claramente relacionado con la cultura importada desde EEUU.
     En España actualmente se ve Halloween como algo similar al Carnaval pero con disfraces y ambiente de temática de terror.
    Para empezar, en España debido a su origen celta hay un número considerable de tradiciones relacionadas con espíritus, siendo probablemente las más famosas las meigas y la Santa Compaña de Galicia. En Asturias, en el siglo XVIII, los niños llevaban lámparas y pedían comida a las puertas de las casas durante esa noche.
     Por ejemplo, dentro de Castilla, en la actual comunidad de Madrid, se tienen registros de numerosos municipios como Ambite, Canencia, El Vellón, Estremera, Manzanares el Real, Loeches, Fuentidueña de Tajo en los que se decoraban las casas con calabazas, a las que le hacían agujeros en su interior para simular una cara con ojos, nariz y boca y se introducía una vela o luz dentro de la calabaza, con el objetivo de invocar espíritus protectores y asustar a la gente generando una atmósfera de terror. En muchos pueblos esa noche sólo estaban iluminadas las calabazas y las hogueras. Para hacer estas decoraciones se solían utilizar calabazas, aunque también se hacían con calabacines, botijos, ollas. En Ajalvir en vez de una calabaza se utiliza una calavera de asno; y en Tielmes, un botijo.
    Era una costumbre muy habitual de muchos pueblos madrileños tocar la campanilla durante esa noche hasta la madrugada y en muchas ocasiones la gente iba vestida de negro. Se llevaban a los cementerios luces para "guiar" a los muertos y se limpiaban las tumbas. En las afueras de Soria (Castilla y León), se celebra una procesión muy famosa llamada "Ritual de las Ánimas", en el que las personas cantan por la noche mientras llevan en las manos velas protegidas por botes, calabazas o cacharros de barro agujereados para finalmente hacer una gran hoguera.
     Esta tradición fue inmortalizada por Gustavo Adolfo Bécquer en su cuento de terror "El monte de las ánimas" (1862).
     Muchas de estas tradiciones paganas convivían con otras religiosas, principalmente cristianas como el Día de Todos los Santos (1º de Noviembre), sin embargo en épocas en las que hubo gobiernos fuertemente religiosos, como la Dictadura de Franco, se buscó que la iglesia tuviera el monopolio de las celebraciones festivas.
    En el plano gastronómico es bastante común el consumo de alimentos propios de estas fechas como: los buñuelos de viento, los huesos de santo, panellets, puches (en Getafe), natillas, sopas canas, chocolate con churros, tostones (en Ciudad real), roscos (en Cuenca), nuhegados (en Albacete)...

La Butaca

Los españoles que hayan veraneado en Mallorca una o varias veces, saben que en los hoteles, cafeterías, restaurantes y discotecas, éramos tratados como extranjeros; los de casa, paradójicamente, eran los alemanes. Estos turistas eran atendidos antes y mejor que cualquier español, todo se les consentía, todo se les perdonaba, todo se les aplaudía, y si se hacían descuentos en algún servicio, era para ellos, nunca para nosotros.
    Este año pasamos las vacaciones en el hotel Condesa de la Bahía, ubicado en el puerto de Alcudia, y he aquí la grata sorpresa: los españoles somos tratados como españoles, y los alemanes, como extranjeros. Esto no significa que los turistas de otras nacionalidades sean mal tratados, ni mucho menos, significa que la dirección del hotel ha decidido aplicar la política que rige en los hoteles de sus respectivos países: trato correcto para todos, pero los privilegios, para los de casa. 
    Enhorabuena y ojalá cunda el ejemplo.
    Desde Mallorca informó para 30 días la familia Ramos Sánchez.

El Álbum de la Lengua

Cortar el bacalao.
     ¿Quién es el que corta el bacalao? El que manda en un lugar determinado, el que toma las decisiones, el que puede hacer favores…
     Veamos sus posibles orígenes.
     La expresión tiene su origen en los tiempos en el que el bacalao, salado y convenientemente desecado, era uno de los alimentos más comunes, fáciles de adquirir y, sobre todo, transportar a otras partes del mundo; gracias a los largos periodos que duraba sin echarse a perder.
     Era común enviarlo hacia las colonias españolas repartidas en todos los rincones del planeta (desde el Caribe y América del Sur hasta Filipinas, pasando por África).
     En estos lugares se servía como alimento a los trabajadores (normalmente eran esclavos) que eran utilizados para faenar en las plantaciones y estos, a la hora del rancho, se colocaban en una fila e iban esperando turno para que se les diera la ración correspondiente de bacalao, la cual era cortada, normalmente, por el capataz o encargado de la plantación.
     Otras fuentes indican que su origen se encuentra en los tiempos de hambre y penuria.
    En España, donde el bacalao era el alimento básico y de los más baratos que se podía adquirir, a la llegada a los hogares, el patriarca de la familia era la persona destinada a cortarlo y repartir las raciones.
     También se señala el origen de la expresión en los establecimientos conocidos como tiendas de ultramarinos o colmados, en los que el bacalao debía ser cortado con un cuchillo largo y afilado y cuya tarea era reservada al propietario o encargado del comercio, quedando esta práctica vedada a los aprendices que solían trabajar allí. Ese tipo era el que cortaba el bacalao y, por lo tanto, el que mandaba y tomaba las decisiones allí.
    Cada cual que elija la versión que más le guste. Yo me quedo con las tres; en todos los casos había quien cortaba el bacalao, y no con mucha equidad en todos.

Carta a...

  Querida Andrea:
    Todos los padres, cuando sus hijos cumplen 12 años, les regalan bicicletas, libros, móviles y hasta unos días de vacaciones; los tuyos, sin embargo, solamente han podido regalarte una muerte digna, sedada, sin dolor, restándole días a una agonía para la que los médicos del hospital de Santiago no tenían más soluciones que la de prolongarla.
     Ante esa actuación, que no merece ninguna crítica porque están obligados a defender la vida, recurrieron al Juzgado de Familia, y el juez, tras analizar la delicada situación y con mucho dolor seguramente, determinó que se te retirara la alimentación artificial que te mantenía viva. Por fin descansas en paz.
    ¡Qué decisiones más terribles nos obliga a veces a tomar la vida! Los padres no quieren ver morir a un hijo, los que han pasado por este trance, dicen no superarlo nunca, pero tanpoco quieren verlo sufrir inútilmente, sin poder hablar, sin poder moverse, sin poder pensar… Humanamente es imposible salir de este trance sin secuelas psicológicas para siempre. ¿Han hecho bien? ¿Han hecho mal? Sobran todos los juicios y todos los comentarios. Solo de una cosa estamos seguros: que nadie quisiera verse en el lugar de tus padres. Si decidir sobre la vida de alguien es duro, hacerlo sobre la de un hijo, mejor ni pensarlo. Cuántas preguntas sin respuesta, cuántas respuestas sin preguntas, cuántos sentimientos encontrados, cuántas dudas, cuántas lágrimas, cuánta angustia… Los padres no están preparados para enterrar a un hijo, pero tampoco lo están para verlo sufrir inútilmente, y cualquier camino que cogieran ante este dilema solo merece respeto, comprensión, apoyo para seguir adelante. ¿Lo entiendes, verdad? Nosotros, lo único que no entendemos, es que la vida tenga que ser tan injusta, tan cruel, tan poco generosa, y decírtelo desde aquí no es otra cosa que lamentarlo muy de veras.

Cosas de Garipil

¡Hola! ¿Qué tal vuestras vacaciones? Yo un poco enfadado con mi autora, se marchó de vacaciones y no me dejó las llaves de su biblioteca privada, por eso no pude leeros nada el pasado mes. De todos modos, no se lo digáis para que no se acostumbre, que le gusta demasiado viajar, pero le agradezco el paréntesis. Lo he aprovechado para ponerme al día con mis seguidores, a unos les he contestado a sus correos electrónicos, a otros les he enviado los libros que me habían pedido, y he disfrutado leyendo los últimos mensajes recibidos. Uno de los que más agradezco es el de Laura, de Santa Fe, (Argentina), dice que le gustó el cuento de los utopistas, quizá porque desea para los hombres lo mismo que yo, y para darle las gracias, le dedico el cuento de hoy, también incluido en el mismo libro. Quedas invitado a leerlo con ella.

   Quinto Misterio: La última apuesta

    Era Milpicos el único pueblo de la comarca de las Avecillas que podía presumir de muchos y buenos garbanzales, y de una iglesia con dos campanas en la torre, y de un pilar con un receptáculo para los animales y dos caños para las personas, y de calles empedradas, y de ayuntamiento con reloj, y de taberna abierta todos los días de la semana... y de tener tanta fe y más reclinatorios que ninguno en el Cristo de Vuelos, desde cuya ermita, también de Vuelos, se dominaba el haz de pueblos que formaba la comarca, pero nunca se jactó ni de su progreso ni de sus garbanzos, sólo se jactaba de la ancestral costumbre de apostar de sus habitantes.
    Los hombres de Milpicos poco o nada hacían por deber o por placer, todo, o casi todo, lo hacían por una apuesta. Y las había de todas las clases y suertes.
Las había del género tonto, como la que hizo (listo) al pastor. 
     —¿Qué os apostáis a que ahora mismo me corto el pelo al cero? -dijo en la taberna una noche de San Silvestre.
     —Cántaro y medio de vino sin bautizar -dijeron los demás.
     Y por una cogorza que lo tuvo a él cuatro días en la cama y a las ovejas en la cuadra, se pasó los meses de enero y febrero con la cabeza cubierta por una gorra de hielo sobre hielo.
     Del género loco, como la que hizo (cuerdo) al sastre.
    —¿Qué os apostáis a que sin soltar el cuchillo y el tenedor me zampo para comer un gallo, tres gallinas y doce huevos nadando en agua de olivas? -dijo en la plaza una mañana de domingo.
     —Una alubiada con chorizo para cenar -dijeron los demás-. Si te lo comes todo, pagamos nosotros; si no, pagas tú.
     Y por un gaudeamus que no pudo compartir estuvo sin poder cortar un traje de Carnavales a Ramos por miedo a reventar con la tijera en la mano.
     Del género cruel y estúpido a la vez, como la que convirtió en (héroe) al más inocente de los cazadores.
     —Un duro nos apostamos a que no tienes agallas para llenar este saco de piedras, echártelo a la costilla y pasearlo por el pueblo diciendo que son perdices -le tentaron una tarde sin suerte todos los compañeros.
     —Con Lenda Lerenda, tanto si se tiene como si no se tiene, lo que se apuesta, se pierde -les sentenció él con más amor propio que fuerza física.
     Y por veinte reales que se gastó en posibles remedios, se quedó para los restos con los riñones baldados.
    Las mujeres, en lugar de avergonzarse de las “hazañas” de sus hombres, las tenían a gala. Y se daban reacciones para todos los gustos y disgustos.
    Se daban para subirse por las paredes, como la de la abuela de los músicos. Sus nietos se apostaron la camisa a que no abrirían la boca ni para pedir auxilio desde San Isidro hasta San Miguel una noche de porfía, y para que no la perdieran en un apuro, para que no quedaran sus nombres a ras del suelo, se pasó cuatro meses y medio hablando con ellos por señas y yendo y viniendo de pueblo en pueblo con la cabeza bien alta, en el coche de San Fernando y con cuarenta años en cada “pata”, para ajustarles los bailes de las bodas, fiestas y romerías.
     Para reírse por no llorar, como la de la viuda del herrero. Desde que enviudó se vestía de blanco y con corona en lugar de negro y con velo, y juraba por todos los santos que a su marido no se lo llevó lapulmonía que pilló bañándose desnudo en el río una noche de nieve, que se lo había llevado una apuesta de las de más categoría, de las más audaces y de las más honradas. Y cuando alguien le daba el pésame con cara de circunstancias, la dama en cuestión respondía la mar de ofendida: "La enhorabuena que cualquiera en su pellejo no habría aceptado el reto”. Y en vez de vestirse de luto y ponerle en la tumba una cruz, se vistió de novia para siempre y mandó ponerle una estatua de la Victoria.
    Para tirarse de los pelos y darse de bofetadas a la vez, como la de las hijas del más infeliz de los labradores. Las seis, guapas, esbeltas y sanas, se quedaron gustosas, encantadas y alegres para vestir santos. Y cuando las amigas les preguntaban por qué daban calabazas a sus pretendientes, siendo, como eran tan buenos partidos, a coro y muy metidas en juicio y respeto, les respondían: "Porque nuestro padre se apostó las orejas a que no nos casaríamos ninguna una noche de vino y vino". Y prefirieron dejar el árbol de su familia sin raíces de descendencia, antes que abrumarle las ramas con la vergüenza de tener un padre desorejado por perder una apuesta.
    Se sucedían las generaciones y aquella costumbre en lugar de menguar crecía. Ganar apuestas era de valientes; perderlas, de cobardes. Y ni la mismísima autoridad se atrevía a coger el toro por los cuernos y acabar de una vez por todas con aquellas cornadas que tan maltrechas traían la salud y la moral del pueblo.
    Pero al cabo de mil años se casó el barbero con una moza de Milplumas y a los tres días de la boda la llevó a vivir a Milpicos. La vecina nueva se hizo pronto y bien al lugar y a sus gentes, pero aquella antigua y arraigada costumbre se le atravesó cual espina en boca de gato. Cuando oía contar apuestas ni censuraba ni aprobaba, simplemente pensaba con pena, con rabia, con miedo, y ni la más graciosa de las “hazañas” logró arrancar de sus labios una sonrisa.
    Un día observó que su marido cortaba sin pereza las barbas de los demás, pero las suyas las iba dejando de hoy para mañana.
    —Las barbas te llegan al corazón -dijo mientras comían-. ¿Cuándo piensas cortártelas?
    —Cuando me lleguen a las rodillas -Respondió él sin quitar los ojos del plato-. Le aposté unos panes al panadero a que no me las cortaría hasta entonces y, o poco vale el barbero que tienes en casa, o estas fiestas comemos de balde pan blanco todos los días.
    Ella apretó los labios y procuró disimular su indignación. “Los barberos que valen se ganan el pan cortando barbas -pensó-, no haciendo el carnaval en agosto por todo el pueblo”. Y aquella misma noche, cuando más dormido estaba, se levantó de puntillas, llenó una jofaina de agua caliente, cogió jabón, brocha y navaja, y en un ¡qué sea lo que Dios quiera! le dejó la cara como la de un niño.
    Cuando aquella mañana salió el barbero de la cama y se vio en el espejo del armario, puso el grito en el cielo.
    —Me has hecho un desgraciado, un desgraciado me has hecho, ¿No lo ves? ¡Maldita seas! -Sermoneó a su mujer mientras hacía temblar los muebles a patadas y a
puñetazos- Con esta cara de primera comunión no puedo poner los pies en la calle. Me llamarán pelele, gallina, calzorros... cualquier cosa menos hombre.
    Y en un ataque de ira cogió la navaja para matarla, pero al ir a clavársela se le cayó de las manos. Una cosa era cortar barbas y otra cortar cuellos. Y para vengarse, la echó de casa.
    —¡Vete a Milplumas, vete con tus padres, con tu gente! -le ordenó con los ojos en llamas vivas, zarandeándola como el viento a una hoja.
    Pero cuando ella logró soltarse de sus manazas y abrir la puerta ¡zas!, se adelantó resuelto y volvió a cerrarla de un puntapié que la dejó in albis. “Si se va -pensó-, me quedaré soltero, casado y viudo, que es igual que no quedarme ni soltero, ni casado ni viudo; además, como las hazañas no se prestan los galones unas a otras, para el panadero, para sus testigos y para todo el pueblo seré de por vida un cantamañanas”. Y como todos los remedios que se le ocurrían eran peores que la “enfermedad”, decidió encerrarse en casa con el pretexto de sufrir jaquecas. Y sin más quebraderos se metió en la bodega dispuesto a no volver a ver el sol hasta que el sol no pudiera verle las barbas en las rodillas.
    Pasaban los días, las semanas, los meses, y en aquella casa no entraba ni un real. El barbero pedía de comer y de beber tres veces al día y dos por la noche, pues el aislamiento y la inactividad, en vez de frenarle el apetito, se lo aceleraron. Y como la despensa empezó a quedarse vacía, la vecina nueva no tuvo más salida que empezar a buscar soluciones.
Primero     pensó en sacar a su marido a palos de la bodega, pero a la hora de la verdad no se animó. La escoba cambiaría rápidamente de mano y se volvería contra ella, a sus gritos acudirían los vecinos con más escobas, descubrirían el quid de la paliza, se cebarían con sus huesos. Y no estaba dispuesta ni a perder la salud a escobazos, ni a dar tal escándalo. Después, en hacerse barbera, pero tampoco se atrevió. Estaba tan harta de aquellos hombres, de su mala costumbre que, en cuanto los oyera hablar de apuestas en la barbería, les cortaría el “pescuezo” en lugar de las barbas. Y no estaba dispuesta a morir en la horca. Ella quería vivir, pero vivir en paz, entre hombres cabales, entre mujeres de seso. Y pensó que si por una apuesta había perdido su sosiego y su bienestar, lo propio era recuperarlos con otra apuesta.
    Aquella misma noche se armó de valor y se presentó en la taberna con el pretexto de darle al tabernero una tortilla de garbanzos para su mujer que por aquellos días no andaba muy católica. Todos los hombres del pueblo estaban en el local. Bebían como cosacos, hablaban como cotorras, juraban como carreteros y en corrillos hilvanaban apuestas con evidente ansia de verlas cosidas. Ella los miró de hito en hito, rogó al tabernero que pidiera silencio, se irguió de espaldas al mostrador y les espetó sin más:
    —¿A que nadie es capaz de apostarse conmigo el jornal de la semana a ir al Cristo andando y con las botas llenas de garbanzos?
    —¿Cómo que nadie? -preguntó el sacristán respondiendo con la pregunta
que él. 
    —Y yo -aseguró el cartero.
    —Y yo -le siguió el boticario.
    —Y yo -continuó el maestro.
    Y al final se apuntó hasta el mismísimo señor cura. Si esquivar apuestas con hombres era de Peleles, de gallinas, de calzorros, rehusarlas con mujeres era de auténticos pelafustanes.
    Al día siguiente y a la hora fijada se congregaron todos en el empiece del camino de Vuelos. Tres leguas bien cumplidas de cuestas serpenteantes y tachonadas de piedras con categoría de cantos, chinas y rollos, les dieron la bienvenida. La caravana se puso en marcha. Los hombres partieron delante, sonrientes, bromeando... a todo galope; la mujer, detrás, muy seria, muy callada... como pidiéndole permiso a un pie para echar el otro. Pronto perdió de vista la piña de hombres. Una nube de polvo la aislaba de ellos, pero el viento le traía la alegría de sus voces. De repente se detuvo a cortar las moras de una zarza, a cortar un puñado de las más negras, a cortar otro de las más verdes, a comérselas una a una... a perder tiempo, a que lo ganaran ellos. Y cuando el viento, amordazado por la distancia, cesó de cantarle al oído sus mofaduras, chanzas y carcajadas, sin prisa y sin pausa reanudó la marcha.
    Al coronar el primer kilómetro vio al pastor sentado sobre unas matas al borde del camino. “¡Malditos seáis! -gruñía mientras se sacaba las botas con rabia y las ponía bocabajo y las sacudía para que los garbanzos salieran zumbando- Se me han clavado entre los dedos, en las plantas, en los tobillos, y así es imposible dar un paso, no hay cristiano que pueda mover los pies. ¡Vaya tortura”! Ella pasó por su lado con absoluta indiferencia, sin molestarse en decirle ni hola ni adiós. Y al ver que lo dejaba atrás con aquella naturalidad, con aquella entereza, el hombre se metió las dos botas a la vez, se incorporó de un respingo, y con la seguridad de verla caer también, la siguió.
    —Si todos perdemos -musitaba a sus espaldas-, todos ganamos.
    Unos metros más adelante se repitió la escena con el sastre, y después con los cazadores, y luego con los músicos, y más adelante con el panadero, y después con los labradores, y luego con el tabernero, con el sacristán, con el cartero, con el boticario, con el maestro, con el lechero, con el carbonero... y por último, cuando ni el más duro llevaba garbanzos en las botas, con el mismísimo señor cura.
    Una hora después la mujer llegó a la ermita más lozana, radiante y erguida que una rosa de mayo, sin una perla de sudor, sin un suspiro de alivio, sin una mueca de dolor, sin un gesto de fatiga, y en cuanto los hombres le hicieron corro, alzó la frente y dijo:
    —He ganado. ¿Lo veis? Y si queréis doblar el fin de la apuesta, deshago lo andado sin vaciar las botas.
    —¡No puede ser, no puede ser! -se rebelaron todos a una- Seguro que en
lugar de garbanzos has metido bolitas de algodón en rama.
    Ella sonrió dulcemente, se sentó en una peña y se sacó las botas.
     —¡Mirad! -dijo triunfante- ¡Mirad!
     Y les mostró los pies rebozados en una cataplasma de garbanzos.
    —¡Trampa, eso es trampa! -volvieron a rebelarse todos- Has metido los garbanzos cocidos.
    —¿Trampa? -preguntó ella para responder- ¡Nada de eso! Yo os aposté venir a Vuelos con las botas llenas de garbanzos, pero en ningún momento hablé ni de crudos ni de cocidos. Cada cual los ha puesto como su inteligencia le ha dicho.
    Y ante la evidencia de sus razones, el cura no tuvo más remedio que bendecir el resultado de la apuesta. Y fue tal la humillación que sufrieron aquellos hombres que ni al más osado de todos le quedaron ganas de volver a apostar. Y fue tal la tragedia de aquellas mujeres al perder aquel jornal que, cuando los hombres salían de casa, cada una al suyo, advertía: "Si quieres porfiar, porfía, pero apostar, ni contigo mismo".
Y desde aquel día Milpicos presume de sus garbanzos y de su progreso con la misma fuerza que se avergüenza de las pretéritas apuestas de sus habitantes.

        Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

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garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

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    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.