jueves, 3 de noviembre de 2016

CAJÓN DE SASTRE

El cementerio de Teresa es el cementerio más pequeño de España. Está situado en Bausen, un peque´ño pueblo del Pirineo de Lérida, a solo 800 metros del centro del municipio. En este cementerio, al que se accede por una cancela de hierro abrazada por un fuerte muro de piedra, solo hay una tumba: la de Teresa, ella es su única moradora, su dueña absoluta, su propietaria indiscutible. De ahí le viene el nombre, el nombre que le pusieron sus vecinos, aquellos vecinos que hace 100 años, en un ejercicio de verdadera solidaridad, lo construyeron para ella. Pero ¿por qué Teresa no fue enterrada en el cementerio del pueblo? 
     Seguro que por aquel entonces había muchos chicos y muchas chicas en el pueblo para enamorarse, pero como el corazón en lugar de pensar siente, Teresa se enamoró de su primo Sisco y Sisco de su prima Teresa. La pareja quiso casarse por la Iglesia, como
mandaban los cánones de la época, pero su parentesco exigía una dispensa canónica que costaba un dinero que los jóvenes, de origen humilde, no tenían. Ello no impidió que los dos enamorados mantuvieran su noviazgo contra viento y marea, y como conseguir la dispensa sin dinero era imposible, se fueron a vivir juntos. El cura les dio la espalda por pecadores. Los vecinos, sin embargo, los trataron como a cualquier otro matrimonio, sin miradas inquisidoras ni chismorreos a sus espaldas.
    Sisco y Teresa tuvieron dos hijos y vivieron felices hasta que ella murió de una neumonía el 10 de mayo de 1916. Tenía 33 años. Él quiso enterrarla en el cementerio, pero el párroco se negó a "profanar" tierra santa con el cuerpo de "una pecadora". A falta de recintos civiles en los camposantos religiosos, a los fallecidos “en pecado” (madres solteras, suicidas, prostitutas), les aguardaba un agujero en mitad del monte. Seguros de que era algo injusto, aquella misma noche, los vecinos se unieron para dar a Teresa la dignidad de su última morada, y piedra sobre piedra levantaron en un claro del bosque un cementerio como Dios manda, con su recinto cercado, su puerta enrejada y su árbol dando sombra a la lápida donde cada 1 de noviembre siguen llevando flores familiares y vecinos del pueblo.

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