sábado, 17 de diciembre de 2016

CARTA A...

No sé a quién escribirle este mes. Lo que normalmente me parece una tarea fácil, hoy se me antoja algo imposible.
    Podría felicitar al señor Donald Trump. En contra de todas las encuestas, será el 45 Presidente de los Estados Unidos, pero después de una campaña electoral en la que dejó claro su rechazo a las mujeres, a los extranjeros, a los negros y a las clases más desfavorecidas, solo puedo desear lo que siempre he reprochado a los gobernantes: que no cumpla su programa.
    Podría escribirles a los ciudadanos norteamericanos, más que para felicitarlos, para reflexionar. ¿Cómo es posible que votaran estas propuestas? ¿Dónde está su madurez democrática? ¿Qué hay de su formación en la defensa de las libertades individuales y de los Derechos Humanos? 
     Para encontrar una explicación más o menos convincente, podemos fijarnos en el caso de España. Los españoles, hartos de políticos corruptos, maestros del amiguismo, tergiversadores de la verdad, manipuladores del pensamiento, fabricantes de pobres para hacer ricos a los suyos, votan para vengarse, y estas reacciones suelen ser peligrosas, muy peligrosas. Los ciudadanos, a la hora de votar, siempre debemos tener presente que las víctimas de los tejemanejes de los políticos somos nosotros, y de nada sirve querer ignorarlos. Puede que los ciudadanos perdamos el interés por los políticos, pero ellos jamás dejarán de interesarse por nosotros, nos necesitan para llevar a cabo todas sus actuaciones.
    Podría felicitar a la señora Clinton, por las hermosas frases de felicitación que dedicó a su rival en las urnas, pero eso son simples formulismos, detalles que exige el guion, a los políticos, como a cualquier trabajador, hay que felicitarlos cuando han demostrado que son útiles a la sociedad, nunca cuando prometen que lo serán para conseguir votos.
  Así pues, no sé a quién escribirle hoy, bueno sí, a la suerte, pero a la buena, no a la mala, que las dos existen aunque siempre nos fijemos en la primera, porque si los políticos no cambian, que no parecen dispuestos a hacerlo, y los ciudadanos nos dejamos llevar por los sentimientos, puede que nos haga falta.

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