sábado, 17 de diciembre de 2016

COSAS DE GARIPIL

¡Hola! Los centros comerciales se han comprometido un año más con los Reyes Magos a repartir los catálogos de sus regalos para que los niños elijan. Los buzones particulares están a cogüelmo de cartapacios que exhiben muñecas, coches, familias de animales y un sinfín de maravillas. Los niños se pasan las horas muertas pasando hojas y trazando rayas de colores en sus juguetes preferidos. ¡Cuánta ilusión! Lástima que no todos los niños puedan hacer lo mismo.
     Como siempre que me amenaza la tristeza, abro un libro de mi autora. En esta ocasión me he decidido por “El rosario de los cuentos” y sorpresa: el misterio que cierra los de dolor me hace pensar que si todos hiciéramos lo que su protagonista de vez en cuando, es decir, querer ser niños, no habría niños sin más reyes que un juguete de segunda mano, cuando no una lluvia de bombas, un plato vacío, un barco que lleva a la muerte, un invierno sin abrigo y otras barbaridades incompatibles con la condición humana. Dice así:

Quinto Misterio: Antón Sánchez

    Antón Sánchez había cumplido quince años el verano anterior. "Ya eres un hombre", decía su familia. Pero él se resistía a perder su derecho a soñar, su libertad de sentir, su categoría de niño.
    Aquella noche de diciembre se sentó ante la mesa camilla y sobre una hoja de papel cielo ribeteada por una cadena de soles encendidos, de lunas llenas, de medias lunas, de lunas luneras en cuarto creciente, en cuarto menguante... empezó a hilvanar su carta a los Reyes Magos.
     —No pierdas tiempo haciendo esas tonterías que los carteros se ríen de las cartas de los mayores y no las llevan a Oriente, -dijo su madre.
    —Más que de pedir juguetes, de lo que tienes edad es de pensar en trabajar, que los años mandan y hay que ponerse a sus órdenes, -añadió su padre.
    —Lo que debes hacer es echarme una mano en el comercio, que antes de acabar de cobrar tengo que empezar a despachar, -siguió su hermana.
    —Es mejor que me la eches a mí en el bar que por más ligero que voy y vengo nunca llego, -continuó su hermano.
    —¡Naranjitas, naranjitas! -protestó Tilo, el perro de la casa- Quien de veras necesita tus manos es la parcela, y mientras la lluvia mecánica riega el maíz, tú puedes jugar conmigo. ¡Anda, no lo pienses más! Me aburro tanto con tu padre y los jornaleros...
     Aquel vendaval de obligaciones hizo añicos su carta, pero su ilusión... su ilu¬sión quedó ilesa y con las alas más abiertas que nunca empezó a revolotear por los cuatro puntos de su corazón.
    Pasaron los días y la fuerza del tiempo desprendió las doce hojas del calendario y floreció la rosa del nuevo año. A ésta se le cayó el pétalo del primer día, el del segundo... y por fin el del quinto, el que puso al pueblo en la mágica noche de reyes. Los niños se arremolinaron en la plaza, una plaza de piedra, una plaza pequeña. Los pinceles del frío pintaban rosetones rojos en sus mejillas, pero no les importaba, lo único importante para ellos era la estrella de sus sueños, la estrella que zigzaguean¬do en el cielo de su infancia les anunciaba la visita de los Reyes Magos. "¡Que vienen, que vienen! -gritaba Colacho- ¿No oís los pasos de los camellos?" "Que no, tonto, que no se oye nada, que lo que suena es el viento que mueve las ramas", aclaraban los demás, después de aguzar el oído. "Pues no tardarán. Por la hora...” "¡Mirad, mirad! -insistía Tita- ¿Qué es esa luz?”
     Antón, que los veía desde su casa, que compartía su espera detrás de la ventana, llamó a Cosme.
—Si te doy mis años, ¿me darás los tuyos? Dejarías de ser un enano.
—¡Naranjitas, naranjitas!
    —Si aceptas, serás tan mayor como yo, y te darán permiso para ir a bailar los domingos. Lo pasarías tan bien...
—¡Naranjitas, naranjitas!
—Si vas por mí a la parcela, yo iré por ti a la escuela. Tendrías tanto dinero...
—¡Naranjitas, naranjitas!
—Si quisieras...
Y Cosme echó a correr para no caer en la trampa que le tendía aquel diablo disfrazado de hombre.
    Antón, tapándose la cara con las cortinas, empezó a llorar como cuando era niño y no podía sacar del río la luna que se ahogaba en sus aguas, como cuando era niño y no podía quitarle de los ojos al sol las legañas de nubes, como cuando era niño y al llegar el invierno no podía ponerles a los árboles un vestido de hojas verdes. A sus sollozos acudió Tilo, mordisqueó sus zapatos y tirándole de los cordones lo condujo al almacén. Tras unos sacos de azúcar descubrió Antón sus viejos regalos de reyes: un triciclo con dos ruedas, un caballo sin orejas, un payaso manco y tuerto... y ¡qué sor¬presa!, entre unas cajas de refrescos apareció impecable su juego de carpintero, el mejor de los regalos, el que más feliz le hizo. Lo recogió y contó las piezas. No faltaba ni una. Ya en uno de los mostradores lo envolvió y con letras muy grandes escribió: "Antón Sánchez. Plaza de la Alegría, n° 8. Mirador del Río. Salamanca. España.” De las tres puertas de la casa, abrió la del centro. Un gato que llevaba varios días persi¬guiendo a su gata Luna maulló a sus pies. "¡Ésta es la mía!", debió pensar, y se coló sin trabas. Miró hacia delante, nadie miraba hacia tras. Se escondió el paquete entre los fuelles de la cazadora y deslizándose entre la piña de niños como si tal cosa logró depositarlo en la tarima donde Sus Majestades vaciarían las alforjas sin ser ni visto ni olido.
El rayo de luz que se veía a lo lejos avanzó y avanzó hasta convertirse en todo un sol. "¡Ya vienen, ya vienen!", gritó la chiquillería saltando, riendo y llorando de emoción. Y como todos los años, llegaron por fin los tres Reyes Magos, y entre besos, cohetes y aplausos, se instalaron gozosos en sus tronos blancos.
—Lolita Jiménez, -llamó Melchor. Y Lolita, entre tímida y nerviosa, recogió su paquete con cintas rojas.
—Juanito Ruiz, -llamó Gaspar. Y Juanito, sin creerse lo que veía, recogió su paquete con cintas amarillas.
    —Pepita Martínez, -llamó Baltasar. Y Pepita, haciendo pucheros y a empujones de sus padres, recogió su paquete con cintas granates.
    Antón sentía que el corazón se le salía del pecho. ¿A qué rey le tocaría pronunciar su nombre? ¡Qué nervios, ¡¡jo!!, qué nervios! Aquellos renacuajos tardaban una eternidad en recoger sus regalos. Cada vez que llamaban a uno le entraban ganas de mandarlos a todos juntos de un empujón, pero tenía que aguantarse, que conformarse con restarle un pasito a la insufrible cola, los reyes no perdonaban la violencia, la castigaban con carbón.  Y aunque sólo fuera por no enfadarlos, por no perder su cariño y confianza, valía la pena armarse de paciencia y esperar turno.
Por fin los ojos del negrito se clavaron en el último paquete, un paquete raro, sospechoso. Aquel paquete no había salido de los talleres de su palacio. Estaba seguro, tan seguro como sus dos compañeros. Pero tampoco podían regresar con él, ellos no venían desde tan lejos para llevarse paquetes, venían para traerlos. Seguro que alguno de los pajes se lo había metido en las alforjas para no verse en evidencia ante algún niño despistado. Como los había que se fiaban de los mayores para poner las señas... Lo tomó pues con cariño y radiante de alegría dijo:
—Antón Sánchez. ¿Quién de vosotros es Antón Sánchez?
     Y Antón, encor¬vándose para disimular sus dos metros menos cuarto de estatura, y tapándose la cara con la bufanda para ocultar su incipiente barba, se acercó despacio, nervioso, exul¬tante, recogió su paquete de cuerdas y papel de estraza, y más contento que una gaita, sonrió a los tres y les dio las gracias.
     Mientras Melchor, Gaspar y Baltasar descendían de los tronos y se subían a los camellos para regresar a Oriente, los niños llenaron el jardín de mil papeles de colo¬res que el aire recogió presto y colgó de los árboles para vestirlos de navidad. Por la plaza empezaron a correr flamantes balones, muñecas muy limpias, coches relucientes... y mucha, mucha alegría, tanta tanta que hasta el frío se volvió calor de la ver¬güenza que le dio ser tan cruel con los seres humanos.
    Antón, sentado en el soportal, abrió su paquete y sacó las piezas de la carpintería: una sierra, una escuadra, un metro, una garlopa... y muchas, muchas y diferen¬tes tablas.
    —Pero Antón, Antón, a tus años y delante de nosotros, ¿no te da vergüenza jugar a los carpinteros y con ese juego precisamente?, -le preguntaban los suyos, los vecinos... los mayores.
    Y el ¡pon!, ¡onm!, ¡pon!, del martillo sobre las cabezas de las puntas, les respondía: "¡Qué ilusión!, ¡qué ilusión!, ¡qué ilusión!”, pues con las glorias de sus herramientas se le habían ido las memorias de que se las había echado él mismo.
    Y desde entonces nadie ha logrado impedir que cada Noche de Reyes Antón Sánchez se olvide de ser mayor para ser niño
    
    Relación de libros publicados por mi autora: María Jesús Sánchez Oliva. Pero antes quiero recordarte que por ser el primero de sus libros me ha distinguido con este espacio en su blog del que me siento tan orgulloso como responsable.
    Garipil-1995.
    Reseña: Garipil es un semáforo. Nace con una idea en la cabeza: decir a la sociedad que las máquinas como él nacen para estar al servicio del hombre, para ayudarle en todas las tareas que tiene que realizar, para hacerle la vida más cómoda, pero en ningún caso para suplirlo. Su mensaje es tan aconsejable para niños como para mayores.
    Letanías-1999.
    Reseña: Letanías es una colección de historias breves pero completas. El libro ideal para los que quieren leer pero les falta paciencia para enfrentarse a libros con muchas páginas. Algunos de los relatos han sido premiados en distintos certámenes literarios.
    El rosario de los cuentos-2003.
    Reseña: En los primeros años de la posguerra española, en un pueblo de Castilla, un cura de la época es incapaz de encauzar a sus feligreses por el camino recto a través del Santo Rosario, como era costumbre. Ante su fracaso decide transformar cada misterio en un cuento. El resultado son quince cuentos para niños de distintas edades. Cada cuento está ilustrado con una viñeta alusiva a la época. Este libro obtuvo el tercer premio en el Concurso de Cuentos Tiflos en su edición de 1996.
    Cartas de la Radio-2007.
    Reseña: Cartas de la Radio es una colección de cartas o artículos de opinión escritas y leídas en un programa de radio por María Jesús Sánchez Oliva durante cuatro años. Las cartas van dirigidas a políticos, ciudadanos de a pie, víctimas del terrorismo, instituciones, asociaciones, etc, y no pocas nos llevan a acontecimientos que siguen vivos en nuestra memoria.
    Cuentos de la Cigüeña (Soles y Lunas)-2014.
    Reseña: Son doce cuentos escritos en verso con los que las mamás –y los papás- disfrutarán leyéndoselos a sus hijos y los niños aprenderán a amar la poesía a la vez que los cuentos.

    Para más información sobre los libros, hacer un comentario o simplemente saludarme,  solo tienes que contactar conmigo a través de mi dirección de correo electrónico:

garipil94@oliva04.e.telefonica.net 

    Estaré encantado de responderte.

    Gracias por tu visita y hasta el próximo número.

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