sábado, 17 de diciembre de 2016

LA BUTACA

En la ONCE no es oro todo lo que brilla gracias al dinero que resta a los servicios de los afiliados para maquillar su imagen ante la sociedad. La persecución a los trabajadores que la Organización ha venido ejerciendo desde que se convirtió en el Vaticano de España, es decir, un miniestado dentro del propio Estado, alcanza ya tal índice de atropellos que, antes o después, los responsables tendrán que pedir perdón a todos los afiliados y rendir cuentas a todos los españoles que son los que la sostienen económicamente con sus impuestos y la compra de sus productos.
     La situación puede resumirse en pocas palabras: los ciegos, aclarando que la palabra afiliado hace años que dejó de ser para la ONCE sinónimo de ciego-, por el hecho de serlo, son rechazados como trabajadores, y de nada sirve que fuera creada por ellos y para su integración laboral, y los videntes, si llegaron a sus respectivos puestos con la debida titulación y por oposición, también les estorban. Solo se salvan de la quema los parientes de… que sean buenos trabajadores o no lo sean, son intocables. El ciego que se rebelaba, solo tenía dos posibilidades: o la de ser despedido porque sí o porque no, o la de ser recluido en el despacho más escondido retirándole todas las funciones. Algunos se han pasado en esta humillante situación 25 años y a nadie se le ha caído la cara de vergüenza. Al contrario. Contribuir a estos castigos era premiado con jefaturas tan bien pagadas como mal ganadas.
     A punto de acabar con los empleados ciegos, han empezado el baile con los videntes que no sean ni parientes, ni amigos, ni amantes de…
     En esta cola de posibles víctimas le tocó el turno a Rosario Bernal, empleada de la sede de Salamanca. Rosario llegó a su puesto por oposición, hace casi 30 años, ni los que deciden estas cosas, ni los que las amparan, sin duda para mantenerse en sus cargos, dudan de que es una intachable trabajadora. Además de sus funciones administrativas, cosa rara en el personal vidente de la Institución, Rosario colabora en actividades artísticas con los afiliados que reportan a la ONCE una publicidad impagable. Todo esto no impidió que en junio se le aplicara un traslado forzoso. Por mucho que se maquillaron los hechos, era evidente que se trataba de un castigo. Rosario, meses atrás,     había defendido ante la justicia a un compañero, despedido, por hechos  más amañados que delictivos, circunstancia constatada por los tribunales tras condenar a la ONCE en todas las instancias.     Rosario presentó una demanda contra su empresa y con esta fecha me entero de la noticia que por buena quiero enviar: la ONCE, en sentencia firme, es condenada a trasladarla a su puesto habitual y en las mismas condiciones.
     Es cierto que la resolución no recompensará a esta trabajadora de los daños de salud, psicológicos y económicos ocasionados a ella y a su familia. Posiblemente ni siquiera sirva para frenar otros despidos que se ven venir, entre otras razones porque los responsables no tienen que pagar los gastos derivados de sus actuaciones con dinero de sus bolsillos,    pero servirá, al menos, para que la sociedad empiece a conocer el verdadero destino de su dinero.
   Desde Madrid informó para 30 días Daniel.

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