martes, 28 de febrero de 2017

CAJÓN DE SASTRE

EL carnaval es, muy posiblemente, la fiesta pagana que más personas celebran y disfrutan en todo el planeta. Son días de baile, disfraces y mucha diversión.
     El hecho de disfrazarse, pintarse la cara y festejarlo es un acto que se remonta a la antigüedad y existen algunas evidencias de que el pueblo sumerio ya realizaba este tipo de festejos hace 5000 años.
     Tal y como lo conocemos hoy en día, el carnaval es muy posible que sea una continuidad de los antiguos Saturnales, las festividades romanas que se celebraban en honor al dios Saturno.
     A raíz de la expansión del cristianismo fue cuando más auge tomó y la fiesta tomó el nombre de carnaval, teniendo como motivo principal el despedirse de comer carne y de llevar una vida licenciosa durante el tiempo de cuaresma.
     Eran tres días de celebración a lo grande en lo que todo estaba permitido; de ahí el ir disfrazado, taparse el rostro y salvaguardar el anonimato. Hoy en día, esta celebración se ha alargado una semana, comenzando en la mayoría de lugares el Jueves Lardero.
     Esta despedida a la carne se realizaba los días previos al Miércoles de Ceniza, fecha en la que se daba comienzo la cuaresma; un periodo de cuarenta días (hasta el Domingo de Resurrección) que se destinaba a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones, penitencia y espiritualidad religiosa.
     La etimología y origen de la palabra carnaval nos indica que proviene del término italiano carnevale, carne [carne] y levare [quitar], es decir quitar la carne. Esta voz derivaba a su vez del latín carnem levare de idéntico significado.
    En la actualidad, el carnaval se encuentra muy arraigado a la celebración popular, alejándose de su significado religioso, alargando los festejos a los primeros fines de semana del mes de marzo. 
    En la España de la época colonial, durante el reinado de los Reyes Católicos, ya era costumbre disfrazarse en determinados días con el fin de realizar bromas en los lugares públicos, hasta que en 1523 el rey Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Fue el rey Felipe IV quien se encargó de restaurar el esplendor de las máscaras. 
    Con el correr de los años, el carnaval fue adoptando estilos diferentes según cada país. En América incorporó elementos aborígenes y hasta alcanzó ribetes místicos precolombinos. 
    Hoy esta expresión popular se celebra en distintas partes del mundo, haciendo que los escenarios donde se desarrollan atraigan a miles de turistas de otras latitudes para sentir, vibrar y cantar con el paso de las comparsas. Así, por ejemplo, el Carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el de Oruro en Bolivia, el de Venecia en Italia, o el de Gualeguaychú en Argentina, se encargan de trasmitir los estadios de felicidad que los caracterizan, haciendo que participantes y espectadores se contagien con el audaz ritmo de las "batucadas", disfrutando de un espectáculo lleno de brillo, luz y sonido sin precedentes.

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