domingo, 30 de abril de 2017

CAJÓN DE SASTRE

 Discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo. Fuente Vaqueros (Granada). Septiembre de 1931.
 
      Medio pan y un libro.

   "Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier 
índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y 
lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría 
esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino 
a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la 
gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas 
que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la 
belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
    "Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son 
infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta 
biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
    "No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera 
desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un 
libro. Y yo ataco desde aquí  violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que 
todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano 
porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es 
convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
    "Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que 
de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente 
con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y 
no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, 
muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
    "¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: 
«amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan 
la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, 
padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la 
Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras 
de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo 
decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, 
horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. 
Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed 
o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la 
vida.
   "Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de 
Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque 
sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el 
pueblo lleno de fe, pero falto de luz".
 
    (A PUNTO DE CUMPLIRSE 86 AÑOS DE AQUEL DISCURSO, CUALQUIER SEMEJANZA CON LA ACTUALIDAD, NO ES PURA COINCIDENCIA)

No hay comentarios:

Publicar un comentario